Un padre y su hijo mueren ahogados en San Juan de Aznalfarache 1925

El río Guadalquivir, a su paso por San Juan de Aznalfarache.

El 20 de noviembre de 1925, un vapor, con destino Sevilla, hallaba una pequeña lancha, sin rumbo y abandonada, en el río y la remolcaba hasta el puerto de Sevilla.

Pronto se sabía que su dueño era Francisco Francia Zamora, alias el Quemado, de 42 años y vecino de Triana, que se había dirigido en su pequeña embarcación, junto a su hijo Rafael, de 14 años, para extraer arena en las inmediaciones de San Juan de Aznalfarache y transportarla hasta la ciudad.

Las autoridades supusieron que el chico cayó al agua y que el padre intentó salvarlo, perecieron los dos ahogados.

El Juzgado ordenó que se vigilase el río, por si apareciese el cuerpo del muchacho. El día 25 del mismo mes, los cuerpos seguían sin aparecer, por los que se les presuponía sepultados en las aguas del caudaloso Guadalquivir.

Al día siguiente, la prensa iba añadiendo detalles, como que el joven Rafael no sabía nadar y que marchó con ropa ancha y gruesos zapatos.

El día 27, informa “El Liberal”, informa de que aparecieron los dos cadáveres en las aguas del río, en las proximidades de San Juan de Aznalfarache. Los descubrieron unos muchachos, vecinos del pueblo, mientras caminaban por la orilla del Guadalquivir, en las proximidades de la Venta de Cortés. Primero, vieron el cadáver del hombre, cuya descripción coincidía con las del finado Antonio.

A no mucha distancia, no mucho tiempo después, cerca del segundo descargadero de Minas de Calas, encontraron el del muchacho Rafael.

Los muchachos que hallaron los restos, subieron a una lancha para recoger los cadáveres y acercarlos a la orilla, amarrándolos y dando aviso al Juzgado Municipal del pueblo, cuyo responsable se trasladó inmediatamente adonde los cadáveres se encontraban, practicando las diligencias propias de la situación y ordenando que fuesen sacados a tierra y conducidos al Departamento Anatómico para las autopsias correspondientes.

Varios familiares de los difuntos, una vez conocida la noticia de su aparición, marcharon de Triana a San Juan de Aznalfarache, para comenzar a velar a los suyos.

Tras las diligencias de la investigación oficial y la declaración de otro botero (patrón de embarcación pequeña) de Triana, apodado el Gordo, se pudo aclarar lo sucedido.

El Gordo, que también iba a recoger arena a las proximidades del sitio conocido como Los Gordales (antiguo cauce entre Sevilla y San Juan de Aznalfarache, que discurría por donde se construye el Recinto ferial y se ubica la Avenida San Juan Pablo II), marchaba a poca distancia de la barca que tripulaban padre e hijo. Al llegar a uno de los recodos del río, vio la lancha sin tripulantes y la remolcó hasta Triana, siendo el primero que dio la voz de alarma sobre la desaparición de aquellos dos.

Afirmó el Gordo que el muchacho Rafael, por orden de su padre, estaba colocando la vela, para aprovechar el viento que comenzaba a sentirse y, a partir de ahí, se supone que, por algún erróneo movimiento, el joven caería al agua y, como no sabía nadar, aunque su padre se arrojara inmediatamente al río, ambos habrían perecido en el caudaloso Guadalquivir, siendo arrastrados por la corriente y pereciendo ahogados.

Ambos cadáveres recibieron sepultura en el Cementerio de San Juan de Aznalfarache, con la presencia de familiares, amistades y vecinos de las víctimas, en una sentida manifestación de duelo.

 

Prensa consultada para elaborar esta información:
“Diario de la Marina, periódico independiente”, ediciones de 20 de noviembre de 1925 y día 26.

“La Opinión, diario independiente”, 21 de noviembre.

“El Liberal”, 26 de noviembre, día 27 y día 8 de diciembre.

“La Voz de Asturias, diario de información”, 28 de noviembre.

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