La hacienda Santa Ana, tierra de San Juan de Aznalfarache al otro lado del Guadalquivir

La entrada a la finca Santa Ana, en mayo de 2024, con el viaducto Juan Carlos I y el Cerro de los Sagrados Corazones al fondo.

Para comenzar este artículo, debemos recordar que en los siglos de historia que tiene San Juan de Aznalfarache (Osset, Hisn al-Faray, Alfarache…), hasta 1933, ha estado unida a Sevilla por tierra. En el valle entre ambas urbes, había una vega, en la que existieron varias fincas, haciendas o huertas. Esto es lo que hemos podido compilar de la historia de una de ellas: “Santa Ana”, siempre en el término municipal de San Juan de Aznalfarache (incluso cuando formábamos parte de Tomares); hasta el año indicado, en el camino; después, se ha convertido en el término de San Juan al otro lado del río.

En enero de 1888, ya hay constancia por el periódico político y literario “El Guadalete”, publicado en Jerez de la Frontera, de la existencia de la hacienda Santa Ana, aunque en aquella ocasión se la denominara como “Doña Ana”.

En este artículo, se deja claro que es un lugar del “término de San Juan de Aznalfarache”, y se narra que tuvo que socorrer una pareja de la Guardia Civil a una familia que se hallaba en peligro, pues el temporal de esos días hizo que el vecino río Guadalquivir se desbordara, con el problema añadido de que arrastraba grandes troncos de árboles, malezas, trozos de chozas y hasta numerosos animales muertos.

El periódico “El Liberal”, en su edición de Sevilla, también en enero, pero 1925, nuevamente se refiere a que la Guardia Civil, en este caso del puesto de nuestra localidad, informó al gobernador que, en una charca de la Huerta Santa Ana, “apareció flotando el cadáver de un hombre, mal vestido, al parecer de unos 40 años de edad, que no había podido ser identificado”.

Y los terrenos de Santa Ana también han sido protagonistas de hechos importantes. A continuación, transcribimos el inicio del artículo que publicó el diario “El Liberal”, el 2 de noviembre de 1929:


Como se puede apreciar en ambos mapas de obras, de 1926 y 1927, el nuevo cauce del Guadalquivir, que se realiza para evitar las riadas de Sevilla y de esta vega, y que antes bordeaba la finca Santa Ana, ahora la atraviesa partiéndola en dos, dejando las edificaciones de la hacienda en la orilla opuesta a San Juan de Aznalfarache.

“En términos que pertenecieron a la Hacienda Santa Ana (fueron expropiados, claro está), término municipal de San Juan de Aznalfarache, en la provincia de Sevilla, y siendo la hora del mediodía del viernes, primero de noviembre del año cristiano de 1929, Su Majestad el Rey Don Alfonso XIII (que Dios guarde), se dignó inaugurar las obras de mejoras del Puerto de Sevilla, aprobadas por decreto de 24 de marzo de 1927”. Le acompañaron en el evento, autoridades civiles, religiosas y militares.

Curiosamente, el mismo periódico, en otra página, narra también que el día anterior hubo además otro importante hecho en la misma huerta Santa Ana. Indicando su pertenencia a los Condes de Tarifa, la hija de estos, se había casado por la tarde y, tras la ceremonia, se trasladaron a la finca, en San Juan de Aznalfarache, para que tuviese lugar el banquete nupcial, en los jardines que rodean el campo de tenis, donde se agasajó espléndidamente a los invitados. Marqueses, condes y otras casas nobles estuvieron presentes en el enlace entre la hija de los condes de Tarifa, María Teresa Arellano del Mazo, y el vizconde de Casa González, Tomás de Martín Barbadillo.

En 1931, este plano muestra la partición de la hacienda por el nuevo cauce e indica que la misma es propiedad de María del Carmen del Mazo y Calvo, esposa de Lorenzo Arellano, tercer conde de Tarifa. Curiosamente, en la parte de arriba del plano, los terrenos al otro lado del río que lindan con esta finca y que se corresponderían con los actuales naranjales, también están denominados como de "Carmen del Mazo".

Conocemos los habitantes de la hacienda en 1933, por una noticia aparecida en el periódico de interés general “El Guadalete” que, en una de sus primeras páginas de marzo, informa que ha vuelto a su finca Santa Ana, en San Juan de Aznalfarache, la hija de la marquesa viuda de Villamarta y esposa de Tomás Ibarra y Lasso de la Vega (de los condes de Ibarra), restablecida de una grave enfermedad que la tuvo hospitalizada. Con ella llegó “su encantadora hija Conchita”.

Al mes siguiente, en abril, la vida en esta finca se transformaría completamente, con la inauguración del nuevo viaducto para el nuevo cauce del río, atravesando las tierras expropiadas previamente de la finca, que siguen el curso del llamado Madre Vieja. Estos hechos, para luchar contra las inundaciones del río Guadalquivir, dejaron la hacienda al otro lado de la rivera de San Juan de Aznalfarache, aunque siga como parte de su término municipal.

Casi un año después, el diario “El liberal”, en su edición de Sevilla, informa que, al cortijo de Santa Ana (con la indicación de que es muy próximo a San Juan de Aznalfarache), se enviará una barca con víveres, para socorrer a las familias allí aisladas, por las impetuosas aguas del desbordamiento del cercanísimo río Guadalquivir.

En el mes de marzo del año 1947, son los periódicos “El Adelantado de Segovia”, “Libertad” (diario nacional-sindicalista, de Valladolid), y “Nueva Rioja”, quienes se hacen eco de la nueva inundación que asola el caserío Santa Ana. Familias de campesinos se refugiaron en las instalaciones de la finca y se anunció su próximo rescate con el uso de lanchas.

Otras fechas importantes en la cronología de la hacienda Santa Ana: en 1981, se inaugura el viaducto y puente Rey Juan Carlos I; diez años después, será la del puente y viaducto Reina Sofía. Ambos viaductos sirven de perímetro para esta finca hasta el tiempo presente.


Mayo de 2024. Las edificaciones de la finca Santa Ana, entre los viaductos Rey Juan Carlos I y de la Reina Sofía, con el camino por el que se accede desde la SE-30. Al fondo, el Cerro de los Sagrados Corazones. 

Desconocemos actualmente quienes son sus moradores; sí queda claro con esta recopilación de artículos que los Condes de Tarifa la habitaron entre 1929 y 1933. Por la cartografía, también aparece el nombre de “Arellano” (apellido del Conde de Tarifa), desde 1920, por lo que, al menos es seguro que, entre la década de los años 20 y 30 del siglo XX, esta casa de la nobleza residió en la localidad. También en este texto, hemos hecho la mención de que, en 1933, fue residencia de los condes de Ibarra.

Mapa de 1920, en el que se menciona la finca de Arellano, conde de Tarifa, cerca del núcleo urbano de San Juan de Aznalfarache.

Recordamos que la hacienda Santa Ana, hasta 1933, se encontraba en el camino nuevo (pues existía otro anterior, como escisión del que llevaba a Tomares), entre Sevilla y San Juan de Aznalfarache. Vea el artículo sobre esta comunicación histórica, haciendo clic aquí: Acceso a San Juan de Aznalfarache, desde Sevilla haciendo clic aquí: Acceso a San Juan de Aznalfarache, desde Sevilla.

Desde el exterior del perímetro de la finca se puede fotografiar esta señal, a la entrada de la misma, que, con la flecha de una indicación de giro, contiene una argolla para, quizá, amarrar una montura. ¿Es un vestigio del antiguo camino entre Sevilla y San Juan de Aznalfarache, anterior a 1933?

Trataremos de recabar más datos sobre la presencia del Conde de Tarifa en San Juan de Aznalfarache.

Otto Engelhardt, sobre la República alemana, 1926

Villa Chaboya, residencia de Otto Engelhardt, en San Juan de Aznalfarache.

Continuamos hablando en este blog sobre la historia de San Juan de Aznalfarache del pacifista republicano, ingeniero y diplomático Otto Engelhardt, que vivió en nuestro pueblo, en Villa Chaboya, entre los años 1915 y 1936, hasta que fue detenido y ejecutado. Varias decenas de artículos escribió para ser publicados por periódicos, en las fechas en las que vivió en nuestra localidad.

En este artículo que comentamos, publicado el 12 de noviembre de 1926, explica cómo es la situación del gobierno republicano en Alemania, enfrentado a monárquicos conservadores que, quieren recuperar esas tradiciones, aunque no saben ni por quién estarían dirigidas. 

Título: “De la República alemana”.

Don Otto Engelhardt, en este artículo en cuestión, hace una defensa encendida del Gobierno republicano alemán, frente a aquellos que pretenden socavarlo, reinstaurando de nuevo la monarquía, pero teniendo en cuenta que esta forma de gobierno fue un desastre para el país y su diversidad territorial, lo cual provocaba que hubiera muchas casas reinantes o con pretensiones de alcanzar el poder.

Prestigiosos hombres, como el canciller Stresemann y el doctor Silverberg, de tendencia monárquica se habían convencido de que había que respetar la Constitución republicana y la daban a conocer a estudiantes universitarios, porque la idea monárquica ya no tenía raíces en el pueblo y que no tenía sentido otra forma de gobierno.

Para Engelhardt, “la Monarquía en Alemania se ha deshecho ella misma para siempre”, entre otros motivos, por esa enorme cantidad de familiares reales, vinculadas a los territorios regionales del país. Sin embargo, aún existía cierto interés en grupos organizados por entronar un príncipe, aunque sin un candidato claro, seguramente, por esa diversidad histórica de casas reales.

Este alemán, residente en San Juan de Aznalfarache, confiaba en los cuatro millones de patriotas republicanos que impedirían el retorno a la monarquía. Sin embargo, temía que los interesados en volver a regímenes anteriores fueran tan osados que provocaran una “guerra civil más cruel, que sería la consecuencia de tal crimen y un mal muy grande para todos los pueblos, porque las trepidaciones pasarían muy lejos las fronteras”.

Desde este blog, en todos los artículos sobre Otto Engelhardt, reclamamos su pacifismo para el mundo, desde San Juan de Aznalfarache.

El presunto resucitado de San Juan de Aznalfarache en 1894

Esta foto panorámica de principios del siglo XX muestra la iglesia parroquial de San Juan de Aznalfarache en la cima del cerro, junto a las instalaciones del convento franciscano ya abandonado. Era un lugar solitario, alejado del núcleo urbano junto al río.

En un pueblo tan tranquilo, como San Juan de Aznalfarache, se produjo un suceso que causó gran conmoción: Dos vecinos, cuyos nombres eran Rafael y José, discutieron en estado de embriaguez, por una insignificante deuda de seis reales (una peseta y cincuenta céntimos), contraída por el segundo en el juego. La lucha subió tanto de tono que llegaron a las manos y el primero de los contendientes sacó su pistola, e hirió gravemente al segundo, con dos disparos en el pecho, lo cual hizo que José cayera exánime en medio de la calle. Rafael, el agresor, al apreciarle muerto, huyó precipitadamente de la escena del crimen.

Entre los que acudieron a prestar auxilio a la víctima se encontraba el barbero de la localidad (que, por entonces, ejercían como si fueran los enfermeros de la época, poniendo inyecciones y haciendo otras curas menores), el cual le hizo un detenido reconocimiento y aseguró que el caído había fallecido tras media hora de inmovilidad.

De tal forma, fue trasladado a una capilla de la iglesia, donde, rodeado de cuatro cirios para el velatorio, fue depositado sobre el húmedo pavimento de ladrillo, acompañado de parientes y amigos, que rezaban por el alma del desdichado.

Pasó una hora sobre las duras y frías losas, siendo visitado por muchos de sus convecinos y, al cabo de este tiempo, hallándose rodeado de muchos curiosos, como las heridas recibidas no eran mortales, el frío de los ladrillos le despejó la borrachera y el presunto cadáver lanzó un tremendo y atronador ronquido, acompañado de quejas.

Los que le rodeaban, horrorizados, echaron a correr, atropellándose unos a otros, por ganar la puerta, y divulgaron por el pueblo la noticia de la resurrección de aquel muerto.

Asustados, volvieron con el alcalde, que se puso al frente del conmocionado y aterrado vecindario, y encontrando al presunto finado incorporado y con la capacidad de hablar, el edil local ordenó que le llevaran a su domicilio, para que fuese atendido por el médico del pueblo. Pero sus servicios fueron inútiles, pues, José, gravemente herido, falleció en la madrugada del 22 de octubre de 1894. Rafael, el que le disparó, se presentaría ante la autoridad y sería detenido.

Texto elaborado a partir de los artículos publicados en los siguientes periódicos, entre el 23 y 27 de octubre de 1894: “La Atalaya” (editorial en Santander), “El Correo” (Madrid), “El País” (Madrid), “El Ideal” (Madrid), “La Iberia” (Madrid), “La Justicia” (Madrid), “La Correspondencia de España” (Madrid), “Diario de Burgos”, “El Correo de Gerona”, “La Paz de Murcia”, “Diario de Córdoba” y “La Alianza” (Granada).

Uno de los artículos finaliza con esta irónica sentencia: “Fíense ustedes de apariencias y de la pericia de los barberos”.

Los cronistas pusieron títulos muy llamativos a sus artículos a este curioso hecho, que queda claro que llamó la atención pública: “Un muerto por partida doble”, “Resucitar para morir”, “Muerto resucitado” o “Un muerto que resucita”.

¿Dónde ocurrió esta presunta resurrección? Por entonces, San Juan de Aznalfarache tenía dos templos: la Iglesia parroquial, en el cerro de Chaboya, y la Capilla del Rosario. La mayoría de artículos solo indican “una capilla de la iglesia”, o sencillamente, “la iglesia”. Pero hay una versión de este suceso que, repetida varias veces, indica textualmente: “óyose un ronquido atronador que hizo vibrar la elevada bóveda”, lo cual induce a pensar que ocurrió en la iglesia parroquial, actualmente de los Sagrados Corazones. Además, junto a este templo se encontraba el cementerio municipal, por lo que también es lógico pensar que el cuerpo fuese llevado allí, para ser velado y, después, enterrado.

San Juan de Aznalfarache y el término "Chaboya"

Empezamos este texto por esta sencilla aclaración sobre los términos que se manejan en torno al cerro – atalaya de San Juan de Aznalfarache:

La Barriada Nuestra Señora de Loreto, popularmente Barriada Monumento, es todo lo construido, como barriada militar, incluido el Recinto Sagrado al Corazón de Jesús.

El Cerro de los Sagrados Corazones es la denominación que le dio el Cardenal Arzobispo de Sevilla, Mons. D. Pedro Segura, a todo la atalaya, en los años 40 del siglo XX, una vez que acabó la construcción de todas las instalaciones para bendecir a Sevilla y a toda la Archidiócesis, San Juan de Aznalfarache incluida, a través de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y del Sagrado Corazón de María, la celebración de los sacramentos, la oración en los templos y en la Avenida del Santo Rosario, la formación (laica y cristiana), y las distintas actividades de evangelización, sociales, piadosas y caritativas que se pudieran desarrollar en los variados espacios.

Y está el término “Chaboya”, una referencia sin un origen claro (al menos, hasta el tiempo presente), para el cerro que trataremos de explicar lo que se sabe de él en las siguientes líneas:

En primer lugar, hay que aclarar que no hay unidad de criterio en cuanto al nombre del cerro en la antigüedad y que los investigadores, historiadores, cronistas, periodistas y divulgadores, lo escriben de diversa forma, según la fuente a la que recurran:

-“Chaboya” o “de Chaboya” (con la preposición), es el más usado. Con la letra “b” lo escribieron el alférez Miguel de Obando (1628, realizando mapas, por encargo del Conde Duque de Olivares), y el historiador, poeta, abogado y sacerdote Rodrigo Caro (1634). Y lo populariza, en el siglo XX, el ingeniero alemán, residente en San Juan, D. Otto Engelhardt (a quien deberíamos tener muy presente en nuestros tiempos, en este 2024, por su clamor de no más guerras), nominando su residencia como “Villa Chaboya”. Sin embargo, esta no es una prueba de que el lugar se llame así, pues tiene todo el derecho a llamar a su casa como quiera (igualmente le pudo poner “Villa Brunswick”, su localidad de nacimiento).

Villa Chaboya, residencia de Otto Engelhardt.

-“Chavoya”, con “v”, curiosamente, aparece en primer lugar, en una crónica sobre la historia de España, de Florián Ocampo (1553), cuyo trabajo sería finalizado y publicado en 1791.

-“Chamoya”, se usa en varios textos, como alternativa a “Chaboya”, pero sin más explicación del porqué de esta variación.

-Y “de la Chaboya”, que usan otros investigadores y divulgadores, aunque sin aclararlo tampoco.

Todos los términos tienen en común que nadie ha sabido explicar su origen (nombre de una persona, una finca, un apodo…). Para continuar este texto, vamos a usar el término más conocido y popular, con la letra “b”, aunque sin cerrar la posibilidad de que el auténtico sea uno de los otros.

Curiosamente, un texto norteamericano enumera todas las formas de escribirlo, haciendo referencia a la familia Chavoya, presente en Estados Unidos, que enumera así: “Chabolla, Chavolla, Chaboya, Chevolla, Chebolla, Chevoya y Cheboya”

¿De dónde procede “Chaboya”?

La etimología de este apellido la podemos encontrar en el norte de España, quizá proveniente de Centroeuropa, para luego dar el salto a Hispanoamérica, y propagarse, especialmente, desde México.

También hay que indicar que podría ser un derivado del apellido de la casa real y la nobleza “Saboya”. El Ducado de Saboya existe desde el 1416, proclamado así por el emperador Segismundo al estado que gobernaba la casa Saboya, entre Milán, Borgoña y la provincia de Dauphiné (Wikipedia).

Con posterioridad a estos orígenes, hay que referirse también a la existencia de una población de California con este nombre, de origen mexicano; esto hace que sea también nombre de institución pública, alojamientos, etc.

¿Quién pudo ser Chaboya?

En 1543, los duques de Medina Sidonia tuvieron a Pero (Pedro) Chaboya trabajando para ellos.

En Granada, 1566, hubo un receptor de la Inquisición llamado Juan de Chaboya. Y tres años más tarde, hay censado otro Juan de Chaboya que marchó a las Indias.

Encontramos que un maestre de la Nao Victoria (1578), se llamaba así, pero sólo es una cita puntual.

En 1612, ya hay constancia un José de Chaboya en México, proveniente de Bilbao.

Entre 1649 y 1658, trabajó para la nobleza, doña Clara de Chaboya (o Saboya, que así lo indica el propio texto).

¿Cuál es nuestra teoría ante esta variedad?

Primero, quisiéramos reseñar que ese nombre no aparece en los escritos sobre la cesión del Arzobispado de Sevilla a la Orden Franciscana, para ocupar la iglesia parroquial de San Juan de Aznalfarache o Alfarache, en 1400, por lo que la denominación como “Chaboya” en el cerro o sus alrededores, debe ser posterior.

Seguramente, la persona Chaboya, objeto de este análisis, no fue ninguna de las anteriormente citadas, pero haciendo referencia a la antigüedad del apellido y las circunstancias históricas (San Juan de Aznalfarache fue un muelle importante, para la construcción y puesta a punto de embarcaciones menores, en el siglo XVI y XVII), se vino a vivir cerca del río, a un cerro desde el que lo pudiera ver y estar cerca, probablemente, de ese trabajo como armador o navegante, acompañado de su familia.

¿Qué era “Chaboya” en San Juan de Aznalfarache?

Inicialmente, no fue el cerro, sino que, como lo dibuja el alférez Obando en el mapa que realizó en 1628, era una construcción a modo de casa (no lo señala como alquería, los caseríos o fincas de la época), una residencia o un hogar para quienes lo ocuparan, apartado del convento de los frailes franciscanos, en San Juan de Aznalfarache y antes del camino entre Sevilla y Tomares, por lo que estaría el término municipal que antes comprendía la segunda (San Juan era una aldea de nuestro pueblo vecino). Además, entre el convento y este lugar Chaboya, sitúa dos alquerías: “de Xexa” y “del Platero”, de las cuales también se desconoce su origen.

Mapa de 1628.

Esa construcción o la familia o la persona que lo habitase, fue la que le dio el nombre al cerro.

¿Qué define Chaboya en San Juan de Aznalfarache?

Rodrigo Caro (“Antigüedades y principado de la Ilustrísima Ciudad de Sevilla”, 1634) lo describe así: ”Junto a estas murallas, están otras más antiguas, y así más destruidas, en otro cerro más cercano a Sevilla, y este sitio llaman vulgarmente Chaboya. Entre ambos hay una entrada que sirve de paso a los que suben hasta estos lugares. Y en este Chaboya se ven fundamentos y pedazos de torres y muros más antiguos que los de San Juan de Aznalfarache, pero están tan juntos ambos sitios, que pudo ser todo un lugar”.

Es decir, la atalaya de San Juan de Aznalfarache, estaría dividida en dos partes, con una hondonada en el centro, donde estaría asentada Osset. Ciertamente, esta descripción tiene un problema, pues no se han descubierto ruinas (al menos, hasta ahora), por la parte norte del yacimiento arqueológico de Osset, ni se ha encontrado algo en el antiguamente conectado (hasta que se realizó la autovía de Coria del Río), cerro donde están el hotel Alcora y la sede de Canal Sur, que explicara los “pedazos de torres y muros más antiguos”.

Aunque sobre esas ruinas más antiguas (“torres”), que cita Rodrigo Caro, existe un interesantísimo estudio sobre un acueducto que suministró agua al cerro de San Juan de Aznalfarache en los tiempos almorávides y cuyas piedras fueron llevadas a la ciudad de Sevilla.

En “España Sagrada” (1752), Henrique Flórez, doctor y catedrático de Teología, lo define como “el cerro más cercano a Sevilla”.

Modernamente, los investigadores e historiadores tienden a identificar el Cerro Chaboya con toda la atalaya de San Juan de Aznalfarache.

En la guía del Centro de Interpretación del Patrimonio Arqueológico de San Juan de Aznalfarache (2012), se aclara:

Entre 2004 y 2011, con motivo de la construcción por la Junta de Andalucía de la Línea 1 del Metro de Sevilla, se realizaron los trabajos arqueológicos en la plaza Dr. Cariñanos, en el punto de unión de dos mesetas, la de Chaboya y la de los Sagrados Corazones”.

La definición para lo que es Chaboya en San Juan de Aznalfarache, de acuerdo con las indicaciones históricas expuestas, sería la parte norte de la atalaya de San Juan de Aznalfarache.

Aparte del ya mencionado problema del desconocido origen del término “Chaboya” en San Juan de Aznalfarache, queremos indicar otros tres conflictos o dificultades para su investigación y entendimiento:

1. Algunos divulgadores, investigadores, cronistas, historiadores o periodistas, anteponen en sus textos el término “Chaboya”, al nombre propio del asentamiento de Osset, como si el nombre del cerro o de esa parte del cerro fuera algo más antiguo, llamando a confusión.

2. Hay otro nombre también de aquella zona “Villa Alfaro”, que era como anteriormente se conocía la finca de la actual Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús “Regina Mundi”, que ya en mapa de 1918, aparece también como el nombre de esa atalaya. Y esto ocurría antes de la época de la dictadura.

3. Fuera intencionado o no, durante la dictadura no se utilizó el término “Chaboya”, siendo sustituido en sus mapas por el de la Casa Real de "Saboya", como se puede ver en este mapa parcelario de la barriada que se preparaba para construir en 1946.

Ponemos fin a este artículo el 23 de abril de 2024; esperamos poder actualizar, aclarar y mejorar la información aquí escrita con nuevos descubrimientos concluyentes. Cuando cambiemos la información, añadiremos la nueva fecha de las modificaciones.

San Juan de Aznalfarache y La hermana San Sulpicio, 1889

Hoy es 20 de abril, uno de los días en que se celebra a San Sulpicio y que, en San Juan de Aznalfarache, podría ser un día grande, para leer novelas, para sentir el arte, para hacer teatro, para ver representaciones, para vivir la cultura. En el año 1889, el novelista Armando Palacio Valdés escribió “La hermana San Sulpicio”. Una de sus escenas se desarrolla en nuestra localidad y, por sus explicaciones, da amplias muestras de que, estuvo por aquella época de visita, para conocer el lugar.

Compartimos este extracto de la escena:

“El cauce del río conducía hacia la loma que cierra el contorno del Sevilla, por la parte sudoeste. A la falda de esta loma se encuentra el pueblecillo llamado San Juan de Aznalfarache, adonde tardamos poco en atracar, saltando a un tabladito que hace de muelle. Es una aldehuela irregular, triste y de ruin caserío.

Desde la ciudad, ofrece una vista muy grata aquel blanco grupito de casas, posado como una gaviota a la orilla del río; pero una vez dentro de él, la ilusión se desvanece. Mirado desde Sevilla, parece asentado en la falda de la misma colina, sin terreno llano donde esparcirse. Después que se está en el él, se observa que hay en torno muy llanas y muy hermosas huertas de naranjos y olivos. […]

No tardamos en llegar al monasterio. Está situado en una meseta o cornisa que forma la falda de la colina, a una altura considerable, ya sobre el nivel del río. El edificio no es grande, ni ofrece mucho de particular en el estado de abandono en el que se halla; pero delante de él hay una especie de terraza desde donde se divida uno de los paisajes más hermosos que pueden verse en ninguna parte del mundo.

Todos nos quedamos extasiados en su contemplación…”.

Seguiremos tratando de fomentar aún con más fuerza la cultura en San Juan de Aznalfarache.

Si desea leer esta obra completa, puede hacerlo en el siguiente enlace:

https://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.do?id=450223

 

Asamblea Sanitaria en San Juan de Aznalfarache 1924

Tres días antes de que se produjese, en el periódico sevillano “El Liberal”, se anunciaba que, con el objeto de honrar a sus difuntos, las clases sanitarias de Sevilla y su provincia (en referencia a médicos, farmacéuticos, odontólogos, practicantes, veterinarios y profesores universitarios de la Facultad de Medicina), celebrarían una importante Asamblea en San Juan de Aznalfarache, el sábado 17 de mayo de 1924, a las seis y media de la tarde.

NOTA: Hay que indicar que, en aquellas primeras décadas del siglo XX, hubo reuniones de profesionales sanitarios en otras localidades de la provincia, como Alcalá de Guadaira, Aznalcóllar, Castilleja de la Cuesta, Cazalla de la Sierra, Gerena, Marchena, Olivares o Utrera… E incluso en pueblos de Huelva, como Gibraleón, Moguer o La Palma del Condado. Así lo indica el resumen de la tesis de D. Joaquín Herrera Carranza, titulada la “La Federación Sanitaria de Andalucía: 1918-1929” (2009).

La primera parte de esta reunión en San Juan constituiría un homenaje a la memoria del que fue ilustrado farmacéutico don Joaquín Herrera Carmona, fallecido en la catástrofe de La Algaba, y demás sanitarios difuntos.

La segunda se dedicaría a homenajear al presidente del Colegio Médico, don Vicente Hernández, por su ingreso en la Real Academia de Medicina. Para presidir el acto, vendrían, expresamente desde Madrid, el inspector de Sanidad, doctor Palanca, acompañado de varias ilustres personalidades médicas de la corte.

Los que desearan asistir, debían recoger en las sedes de sus Colegios respectivos, las tarjetas de identidad. El periódico, en ese día, mostraba una lista de los ya inscritos para el evento, de la que destacamos:

-Don Blas Tello, vicepresidente del Colegio Médico.

-Don Mariano de Mingo, presidente del Colegio Farmacéutico.

-Don Antonio Rodríguez Palacios, presidente del Colegio Veterinario.

-Don Federico García María, presidente del Colegio de Odontólogos.

-Don Antonio Matamoros, presidente del Colegio de Practicantes.

-Don Tomás Orellana, secretario de la Asociación Sanitaria.

-Don Daniel Mezquita, catedrático de la Facultad de Medicina…

Y así, un listado de unos 75 nombres y apellidos, con sus ocupaciones y el lugar en el que las desempeñan, compuesto principalmente por médicos y farmacéuticos, más algunos otros profesionales sanitarios y profesores universitarios, de Sevilla y provincia.

Entre estos inscritos destacamos la del farmacéutico D. Ignacio Gómez Millán, hermano de Aurelio, el arquitecto que, dos décadas después, sería quien realizó el Recinto Sagrado al Corazón de Jesús, por encargo del Cardenal D. Pedro Segura. También estaban inscritos el médico local, D. Antonio Fernández Campos; y el farmacéutico, D. Víctor Olea Herques, quien aunque no era el titular del pueblo, tenía establecido un laboratorio en nuestra villa.

Nuevamente, en la edición de 16 de mayo de “El Liberal”, aparece otro listado de inscritos en la Asamblea sanitaria que se iba a realizar al día siguiente en San Juan de Aznalfarache. En esta ocasión, son unos 67 nombres, también con las profesiones y lugares en los que ejercen. En este listado, está incluido el practicante local, D. Francisco Madrigal, y además, aparecen nombres de profesionales de Madrid, Badajoz, Ciudad Real, Córdoba y Huelva, dando una dimensión nacional a esta asamblea sanitaria.

Además, al final del artículo, se hace una mención a que el punto de reunión para que, a través de tranvías dispuestos expresamente para los asambleístas, vengan desde la Plaza Nueva de Sevilla, a las seis de la tarde del día 17, a San Juan de Aznalfarache.

El domingo 18, en el mismo diario, también se publicó una lista con unos 43 nombres de profesionales sanitarios (médicos, farmacéuticos y practicantes), inscritos para asistir a la asamblea. Contando con los inscritos, sale un número total de 185 participantes para la asamblea.

Tres tranvías con jardineras (vagón de ampliación para que la máquina tractora pueda llevar a más pasajeros), estaban dispuestos para llevar a los asambleístas desde la ciudad a nuestra localidad. Desde el principio del artículo en el que se narra el acontecimiento: “como todos los que organizan los sanitarios andaluces, resultó muy brillante, por la calidad de los asistentes, por el sitio, por los discursos y por la finalidad del mismo”.

Si contamos, entre los artículos previos, unos 185 inscritos, se menciona expresamente que fueron más de 300 los asociados presentes, que no sólo llegaron en los tranvías con jardineras desde Sevilla, sino que también se concentraron un gran número de automóviles, por los distinguidos médicos que acudieron a esta convocatoria.

Llegados a este punto de este texto, aclaramos muy bien cuál fue el punto de reunión para celebrar esta asamblea, algo que, probablemente, sea difícil de comprender para el lector actual, pero que el artículo indica muy claramente, con estas palabras:

El acto tiene lugar en la amplia terraza de la iglesia de San Juan, situada en lo alto del cerro, desde donde se divisa un panorama encantador”. En 1924, los dos templos existentes en San Juan eran la Capilla del Rosario (que continúa en la misma ubicación), y el templo parroquial sobre el cerro (antiguo templo del convento franciscano, y por entonces, templo parroquial de San Juan de Aznalfarache, sin un nombre definido a una advocación concreta). Con esa indicación, “la amplia terraza de la iglesia de San Juan”, sólo puede referirse al espacio existente entre las fachadas de la actual Parroquia de los Sagrados Corazones y la, actualmente, puerta trasera de Betania, delimitado por entonces por la muralla y una verja que existía previamente a la existencia del Recinto Sagrado al Corazón de Jesús. Aquí fue donde queda diáfanamente claro que los responsables de esta asamblea organizaron esta reunión de profesionales sanitarios.

En 1914, había un amplio patio delimitado por una verja, para acceder al templo parroquial de San Juan Bautista y a las anexas instalaciones parroquiales (antiguo convento).

Más de 22 personas fueron sentados en la mesa presidencial del acto, entre los cuales, se relata que estaban el alcalde de San Juan (aunque no se le nombre, según nuestras investigaciones, se trataría de Pedro Lissén, también empresario aceitunero), y el médico local, D. Antonio Fernández Campos, quien ya indicamos que se encontraba entre los inscritos.

Entre los distintos discursos que se sucedieron, con los motivos principales (honrar al farmacéutico en La Algaba, D. Joaquín Herrera y los demás profesionales fallecidos; y al nuevo miembro de la Academia de Medicina, D. Vicente Hernández, hasta entonces, presidente del Colegio de Médicos), se indica expresamente que se quieren promocionar estos actos en los pueblos, para que llegue, lo más pronto posible a los caciques de que cada tierra, la importancia de la labor de los sanitarios, “en bien de la salud pública y en bien del país”. En este caso, la presencia de Pedro Lissén en la mesa presidencial de este evento, representa muy bien el objetivo de los profesionales sanitarios para con estos actos.

Hay una alusión especial al lugar elegido para esta asamblea, en esa atalaya (no se menciona en ningún artículo al denominado por entonces Cerro de Chaboya, actual Cerro de los Sagrados Corazones), tan cercana al río Guadalquivir, al que “se culpa de la catástrofe que ha privado de la vida al farmacéutico Sr. Herrera Carmona, al que se le dedican grandes elogios”.

Hubo un ambigú una vez levantada la sesión, en el cual se indica que no todo el mundo pudo probar bocado (hay que pensar que la organización se vería muy desbordada por el número de asistentes). Luego hubo una ronda de agradecimientos y bajaron a la Venta Cortés, para la cena.

En una de las últimas líneas de este artículo publicado el 18 de mayo, se establece una irónica comparación que repetimos a continuación: “Estar en San Juan y no ver a Cortés, es como ir a Madrid y no pasearse en el Metro”, en referencia a la famosa Venta de Cortés, a la que primero llegaron los hambrientos periodistas y, después, los asambleístas que, posteriormente, se subirían a los tranvías de regreso a Sevilla.

Hemos encontrado breves alusiones a esta asamblea sanitaria, dos días después, en las publicaciones “El Telegrama del Rif” y “La Voz de Asturias”, pero es nuevamente en el periódico sevillano “El Liberal”, el día 21 de mayo, en el que aparece un nuevo artículo, firmado por el Dr. Puelles, con detalles del evento, como el éxito que supuso para sus dirigentes sevillanos y madrileños, en demanda del reconocimiento social de sus profesiones.

Compartimos el párrafo más importante de este texto, haciendo referencia al lugar en el que se celebró:

Gran fiesta y magnífico panorama: Sevilla, en el llano y en el fondo, dormida a la orilla del caudaloso Betis. A nuestros pies, los aeroplanos elevándose en el aire, como anunciadores del poder y la soberanía del hombre, y en aquella poética y encantadora plazoleta de la iglesia de San Juan, los sanitarios andaluces, reunidos fraternalmente…”.

NOTA: Próximamente, escribiremos las otras dos asambleas o congresos que hemos podido documentar y que tuvieron lugar en este cerro sanjuanero, insertando los respectivos enlaces aquí y al final de los otros textos, para poner los tres en relación.

Las imágenes publicadas proceden de las publicaciones "Por la infancia" (julio de 1924), y de la revista "Bética" (el acceso al templo, en diciembre de 1914).

La Escuela Práctica de Sericicultura de San Juan de Aznalfarache, 1908-1928

Diciembre de 1914, en la que contemplamos árboles plantados entre San Juan y Sevilla, y en la margen del río, por entonces, en dirección hacia el puerto, desde nuestra localidad, atravesando los terrenos de la base aérea de Tablada.

La industria de la sericicultura (por definición de la Real Academia Española es la “fabricación y producción de la seda"), proviene de  siglos atrás. En el año 1887 se cosecharon unos 13 millones de kilos de capullos, por un valor de unos 40 millones de pesetas de la época; pero una epidemia en 1888 repercutió en una gran ruina para la sericicultura que, por ejemplo, en Valencia, supuso bajar de seis millones de capullos, a una doceava parte de los mismos. A finales del siglo XIX, en España y otros países, comenzaron campañas de regeneración para facilitar a las familias que volvieran a retomar estas actividades productivas que, entre otras ventajas, contaban con la posibilidad de poder realizarse desde sus propias casas.

En el año 1907, sucedió que la Junta de Obras del Puerto de Sevilla plantó 10.000 moreras en las márgenes del río, para tratar de contener las tierras frente a las habituales inundaciones por el desbordamiento del cauce y también aprovechar la hoja en la crianza de los gusanos de seda que, en tiempos anteriores, ya tuvo gran esplendor, dejando abierta la posibilidad de incluso aumentar la plantación de estos árboles. En toda Andalucía había aún recuerdos de la producción de la industria sericícola en siglos anteriores; sólo faltaba aumentar la presencia de las moreras para retomarla como actividad económica.

En San Juan de Aznalfarache, el primero que mostró interés en implantar la industria para favorecer la economía de las familias más humildes, fue el Rvdo. Sr. D. Juan Caballos Pérez, Pbro. y, a la sazón, párroco de la vecina localidad de Mairena del Aljarafe, al frente de la Iglesia parroquial de San Ildefonso. Narra el cronista José Gestoso que el sacerdote aprovechó, en septiembre de 1907, la visita a Sevilla del murciano Emiliano López, delegado del Estado, como promotor nacional de la industria sericicultora española, para hacer propaganda de la cría del gusano productor de la seda. El dirigente de la escuela murciana, tras fracasar en su visita a instituciones oficiales y a distinguidas personalidades de la capital, se dirigió por carta a las autoridades eclesiales y encontró la atención del sacerdote hispalense, a quien el cronista, a pesar de la personalidad muy modesta del clérigo, quiere dar justa relevancia de su importantísima y decisiva intervención en todo este tema.

El presbítero contestó su misiva, con otra, haciéndole consultas y pidiéndole a D. Emiliano instrucciones acerca de la industria sedera y, en especial, sobre la cría del gusano.  El sacerdote invitó al delegado nacional a dar un paseo en uno de los vapores, que comunicaban la capital con los pueblos ribereños del Guadalquivir, para que conociese las plantaciones de moreras que, con gran sentido práctico, había hecho la Junta de Obras del Puerto en torno al río.

Con aquellas moreras se solucionaba el tema de la alimentación del gusano de seda. Tras la excursión fluvial, se apearon en el desembarcadero de San Juan de Aznalfarache, para descansar en la huerta que el hermano del sacerdote cultivaba, próxima al río, y allí, Emiliano López, encontró un nuevo pilar en el que apoyar sus ideas: un gran salón, espacioso, con elevación, buenas luces y ventilación, bien comunicada con los pueblos de alrededor, para propagar el proyecto sericícola para la zona. Hay cronistas que señalan que esta era la vivienda del sacerdote; José Gestoso indica que era la propiedad del hermano. En todo caso, está claro que la creación de una Escuela de Sericicultura, que enseñara a los vecinos a criar los gusanos de seda, alimentarlos y aprovechar la seda que fabrican, partió de un lugar llamado la finca Recreo de Dolores, que se encontraba dentro del término municipal de nuestra localidad ribereña, vinculado al presbítero, por entonces, de Mairena del Aljarafe.

En un plano de 1913, sobre las instalaciones para el tranvía, encontramos a las afueras de San Juan de Aznalfarache, cerca de la carretera a Sevilla (de hecho, sirve de marca para el inicio de la travesía), la finca denominada Recreo, que cumpliría con la circunstancia que indicaba José Gestoso de estar cerca del río. Esta edificación podría coincidir con la de Cerro Alegre o con alguna de las dos viviendas particulares, que se encuentran entre los pisos de la gasolinera y la Avenida del Santo Rosario (denominado civilmente Parque Osset).

Emiliano López se comprometió a enviar un obrero de la Estación Sericícola de Murcia, que él dirigía, para fundar la escuela en San Juan de Aznalfarache. Se presentaría en marzo de 1908, con todo el material para los primeros pasos de la institución formativa laboral: incubadora, higrómetro, barómetro, termómetro, microscopio, etc., más las andanas y zarzas, que ya estaban preparadas previamente, en el local destinado a tal efecto.

Continuando con el relato del cronista José Gestoso, surgió la necesidad de tener aprendices. Se llamó a la clase obrera y no respondieron. Luego se llamó a personas de clase media, a la que se le ofrecieron muchas facilidades y promesas: semilla y formación gratuitas, seguridad en el beneficio y en la prosperidad del negocio, emolumentos íntegros para el cultivador, seguimiento y apoyo futuros… Y estos primeros criadores, tras sus resultados positivos, fueron los mejores propagandistas de esta actividad económica, despertando el interés de la clase pobre.

De acuerdo con la Dirección general de Agricultura, Industria y Comercio, del Ministerio de Fomento, que ofreció el reconocimiento a la institución formativa (sería la Escuela Práctica de Sericicultura, la cuarta en la historia de Sevilla), y nuevas plantas para su cultivo, el Sr. Caballos quería tener en las cercanías de su vivienda una gran plantación de moreras y comenzar los trabajos de propaganda de la formación para esta actividad comercial en 1908, incubando cuatro onzas de semillas.

Ese es el año de inicio de funcionamiento de esta institución educativa. En aquellos primeros años de actividad de la Escuela de Sericicultura y la actividad de sus plantaciones, hay artículos que la señalan, tras una en Murcia, como las que mejor resultados obtuvieron. En ello influyó la ya mencionada previa plantación de moreras, ya en estado de aprovechamiento, que había hecho la Junta del Puerto de Sevilla en las márgenes del río Guadalquivir que, junto al gusano de seda, aporta la otra materia prima primordial: la hoja de morera.

Textualmente, se escribe en un texto de agricultura: “El patrono de aquella Escuela (el Rvdo. Sr. D. Juan Caballos Pérez), bien penetrado de la índole especial de la industria sedera, fracciona y distribuye la crianza de gusanos entre el mayor número posible de amigos agricultores, que las siguen en sus respectivas casas, con entusiasmo y cariño, en competencia cada cual, para ganar a los demás en producción y calidad. Aquellos buenos sericicultores, en número de 13, con su patrono a la cabeza, se han asociado, reconstituyendo el antiguo Gremio de Sederos de Sevilla, habiendo incubado este mismo año 20 onzas y 5 gramos de semilla de gusanos, de las que han obtenido 788,73 kilogramos de hermosos capullos”.

El sacerdote asumió las funciones de patrón del desarrollo y fomento del cultivo, que combinó con labores pastorales de cara a este colectivo, siendo nombrado Consiliario Eclesiástico del primer sindicato de criadores del gusano productor de la seda en Sevilla, para así poder constituirse en gremio, algo que también narró el cronista José Gestoso. Tal es así, que escribió en la publicación “Boletín de Acción Social” (Nº 82, en 1911), de Sevilla, para demostrar las ventajas de esta benéfica industria: “Obra patriótica y social, a la vez que de caridad cristiana, es la de instruir y estimular a nuestros obreros agrícolas en esta industria”.

En 1912, gracias a los esfuerzos por fomentar la sericicultura del Rvdo. Sr. D. Juan Caballos y las gestiones del jefe regional de Fomento de Sevilla, se crea la Estación Sericícola para Sevilla.

La publicación “Andalucía”, en junio de 1916, transmite lo siguiente sobre el mundo de la seda: “La Escuela Práctica de San Juan de Aznalfarache, que tan notables éxitos ha obtenido, formando aventajados discípulos, y que instruiría a mayor número, si estos, con la aptitud suficiente, pudieran encontrar la primera materia necesaria para ejercitar su actividad”. Fuera por falta de cuidados, por los temporales o enfermedad de los árboles, las moreras comenzaban a escasear, aunque dos años antes, se narra en este mismo artículo, se habían aprobado leyes provinciales para favorecer la plantación y conservación de las mismas, incluso con pagos de la Administración pública por ello. En octubre del año mencionado en el párrafo anterior, y escrito en la publicación oficial del Ministerio de Fomento, “Hojas Divulgadoras”, la Escuela Práctica de San Juan de Aznalfarache es mencionada como referencia para el envío de obreros técnicos y material necesario, en cuanto le es posible a sus recursos, para aumentar y extender la industria sericícola por otros lugares del país, donde se estuvieran plantando moreras, en aplicación de la “Ley de 4 de marzo de 1915, para abrir a la sericicultura española vastos horizontes de progreso y bienestar”.

El siguiente artículo encontrado sobre este tema es de noviembre de 1924, haciendo referencia a que en el salón de actos de la Cámara Agrícola de Sevilla se hizo entrega de las insignias de la Cruz del Mérito Agrícola al Rvdo. Sr. D. Juan Caballos, cura párroco de la Iglesia de San Ildefonso y director de la Escuela Práctica Sericícola de San Juan de Aznalfarache. El señor Huesca, presidente de la Cámara, dirigió frases muy expresivas al sacerdote enalteciendo sus logros. En el estuche de la condecoración, se grabó la siguiente inscripción: “Al insigne fomentador del cultivo del gusano de seda, don Juan Caballos Pérez. Por la Cámara Agrícola de Sevilla”.

Unos meses después, hay mención de que la Escuela Práctica de San Juan de Aznalfarache no sólo se dedicaba a la plantación y conservación de las moreras, sino que también se comunicaba otra información agrícola útil para los sembradores. Varios profesionales habían visitado la institución para enseñar al microscopio varios estados de la mosca que infestaba unos garbanzales próximos.

Nuevamente, en el año 1925, encontramos datos del florecimiento de la industria de la seda en Sevilla. La Escuela Práctica de Sericicultura de San Juan de Aznalfarache es una referencia institucional también para los pueblos de Gelves y Coria del Río, con habitantes dedicados a estas labores, con un rendimiento mayor en las tierras de los dos primeros mencionados. Sin embargo, los cultivadores desean que se les pague más por su producción, reclamando que la cantidad y la calidad obtenida es mayor que la de tierras levantinas, Italia, Francia e incluso que en el Extremo Oriente de Asia. La Junta de Obras del Puerto seguía colaborando con la sericicultura sevillana, cediendo gratuitamente, a los criadores de gusanos, la hoja de las moreras de su propiedad de las orillas del Guadalquivir.

En marzo de 1927, se hace referencia a que el gremio de sederos de San Juan de Aznalfarache celebró sesión, presidida por el excelentísimo señor don Francisco Ysern y Mauri (quien está vinculado al gremio de sederos desde sus inicios en el año 1911, como presidente honorario), para la distribución de la semilla de gusanos de seda, que se han de criar en el presente año. Se repartieron treinta onzas entre 52 criadores. Sin embargo, se muestra cierto descontento en el evento, pues los socios no recibieron el premio que les corresponde del Estado por los capullos que vendieron el año anterior. Aquella ley nacional de 1915 parece que queda desfasada y la ayuda pública se había terminado.

Ante una reclamación de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas a la Diputación Provincial de Sevilla sobre la necesidad de plantar más árboles, en zonas previamente desoladas, carentes de vida natural, yermas o calcinadas, en diciembre de 1927, se menciona el ejemplo que transcribimos a continuación:

Hay una planta de hojas caducas, que es providencial en este clima: nos referimos a la morera, con la cual se adorna la casi totalidad de la carretera de Sevilla a Coria del Río. Sirve su primera hoja para la alimentación del gusano de la seda, y constituye anualmente un buen ingreso para los vecinos necesitados de San Juan de Aznalfarache, Gelves, Tomares, Coria y La Puebla del Río, en los que, sin gasto apenas y como mero entretenimiento, ingresan anualmente de 20 a 25 mil pesetas, no dedicándose más vecinos a esta industria agrícola por falta de moreras. Esta planta, de talla mediana, mantiene soleadas las carreteras en los meses de invierno, llegando en los meses de verano a cubrirlos con sus tallos y hojas, si el que las poda sabe darles la dirección conveniente y las arma elevadas, para que no estorben a los vehículos que transitan por debajo”.

En marzo 1928 aparece la última noticia sobre la industria de la seda sevillana, al menos, en San Juan de Aznalfarache: los gremios locales de Coria y de nuestra localidad se niegan a criar gusanos por los precios irrisorios que les ofrecen por su producto desde la única casa compradora de Sevilla y la ausencia de las ayudas nacionales, que estaban recogidas por ley. Aunque se seguía fomentando la industria sericícola, los precios habían decaído mucho, tanto como para no merecer la pena el cultivo.

Desapareció la actividad agrícola sericicultora sevillana; como escribió el cronista José Gestoso, esta ruina apareció porque no fue posible luchar con el incremento de las fábricas extranjeras, con la perfección y belleza de sus productos, juntamente con la relativa economía de aquellos.

Publicaciones consultadas: “Hojas Divulgadoras” (1907-1916), del Ministerio de Fomento; Informe del Ministerio de Fomento sobre agricultura (1907-1910); “Crónica de Vinos” (1908); “Liga Agraria” (1908 y 1912); “Diario de Burgos” (1908); “El Castellano” (1911); “El Popular” (1912); “Diario de Córdoba” (1912); “Andalucía” (1916); “El Liberal” (1924 y 1927); “Andalucía Ilustrada” (1925); “El Debate” (1925); y “Curiosidades Antiguas Sevillanas” (de J. Gestoso, 1910).

Artículo escrito el 7 de abril de 2024. Con fecha 18 de mayo del mismo año, introducimos el plano sobre la finca Recreo, a las afueras de San Juan de Aznalfarache y que coincide con las indicaciones que ofreció José Gestoso, sobre el lugar en el que se creó la escuela de sericicultura.

La hacienda Santa Ana, tierra de San Juan de Aznalfarache al otro lado del Guadalquivir

La entrada a la finca Santa Ana, en mayo de 2024, con el viaducto Juan Carlos I y el Cerro de los Sagrados Corazones al fondo. Para comenzar...