Diciembre de 1914, en la que contemplamos árboles plantados entre San Juan y Sevilla, y en la margen del río, por entonces, en dirección hacia el puerto, desde nuestra localidad, atravesando los terrenos de la base aérea de Tablada.
La
industria de la sericicultura (por definición de la Real Academia Española es
la “fabricación y producción de la seda"), proviene de siglos atrás. En
el año 1887 se cosecharon unos 13 millones de kilos de capullos, por un valor
de unos 40 millones de pesetas de la época; pero una epidemia en 1888 repercutió
en una gran ruina para la sericicultura que, por ejemplo, en Valencia, supuso
bajar de seis millones de capullos, a una doceava parte de los mismos. A finales
del siglo XIX, en España y otros países, comenzaron campañas de regeneración
para facilitar a las familias que volvieran a retomar estas actividades
productivas que, entre otras ventajas, contaban con la posibilidad de poder
realizarse desde sus propias casas.
En
el año 1907, sucedió que la Junta de Obras del Puerto de Sevilla plantó
10.000 moreras en las márgenes del río, para tratar de contener las tierras
frente a las habituales inundaciones por el desbordamiento del cauce y también
aprovechar la hoja en la crianza de los gusanos de seda que, en tiempos
anteriores, ya tuvo gran esplendor, dejando abierta la posibilidad de incluso
aumentar la plantación de estos árboles. En toda Andalucía había aún recuerdos
de la producción de la industria sericícola en siglos anteriores; sólo faltaba
aumentar la presencia de las moreras para retomarla como actividad económica.
En
San Juan de Aznalfarache, el primero que mostró interés en implantar la
industria para favorecer la economía de las familias más humildes, fue el Rvdo.
Sr. D. Juan Caballos Pérez, Pbro. y, a la sazón, párroco de la vecina localidad
de Mairena del Aljarafe, al frente de la Iglesia parroquial de San Ildefonso. Narra
el cronista José Gestoso que el sacerdote aprovechó, en septiembre de 1907, la
visita a Sevilla del murciano Emiliano López, delegado del Estado, como
promotor nacional de la industria sericicultora española, para hacer propaganda
de la cría del gusano productor de la seda. El dirigente de la escuela murciana, tras fracasar en su
visita a instituciones oficiales y a distinguidas personalidades de la capital,
se dirigió por carta a las autoridades eclesiales y encontró la atención del
sacerdote hispalense, a quien el cronista, a pesar de la personalidad muy modesta
del clérigo, quiere dar justa relevancia de su importantísima y decisiva intervención en todo este tema.
El
presbítero contestó su misiva, con otra, haciéndole consultas y pidiéndole a D.
Emiliano instrucciones acerca de la industria sedera y, en especial, sobre la
cría del gusano. El sacerdote invitó al
delegado nacional a dar un paseo en uno de los vapores, que comunicaban la
capital con los pueblos ribereños del Guadalquivir, para que conociese las
plantaciones de moreras que, con gran sentido práctico, había hecho la Junta de
Obras del Puerto en torno al río.
Con
aquellas moreras se solucionaba el tema de la alimentación del gusano de seda.
Tras la excursión fluvial, se apearon en el desembarcadero de San Juan de
Aznalfarache, para descansar en la huerta que el hermano del sacerdote
cultivaba, próxima al río, y allí, Emiliano López, encontró un nuevo pilar en
el que apoyar sus ideas: un gran salón, espacioso, con elevación, buenas luces
y ventilación, bien comunicada con los pueblos de alrededor, para propagar el
proyecto sericícola para la zona. Hay cronistas que señalan que esta era la
vivienda del sacerdote; José Gestoso indica que era la propiedad del hermano.
En todo caso, está claro que la creación de una Escuela de Sericicultura,
que enseñara a los vecinos a criar los gusanos de seda, alimentarlos y
aprovechar la seda que fabrican, partió de un lugar llamado la finca Recreo de
Dolores, que se encontraba dentro del término municipal de nuestra localidad
ribereña, vinculado al presbítero, por entonces, de Mairena del Aljarafe.
En un plano de 1913, sobre las instalaciones para el tranvía, encontramos a las afueras de San Juan de Aznalfarache, cerca de la carretera a Sevilla (de hecho, sirve de marca para el inicio de la travesía), la finca denominada Recreo, que cumpliría con la circunstancia que indicaba José Gestoso de estar cerca del río. Esta edificación podría coincidir con la de Cerro Alegre o con alguna de las dos viviendas particulares, que se encuentran entre los pisos de la gasolinera y la Avenida del Santo Rosario (denominado civilmente Parque Osset).
Emiliano
López se comprometió a enviar un obrero de la Estación Sericícola de Murcia,
que él dirigía, para fundar la escuela en San Juan de Aznalfarache. Se presentaría
en marzo de 1908, con todo el material para los primeros pasos de la institución
formativa laboral: incubadora, higrómetro, barómetro, termómetro, microscopio,
etc., más las andanas y zarzas, que ya estaban preparadas previamente, en el
local destinado a tal efecto.
Continuando
con el relato del cronista José Gestoso, surgió la necesidad de tener aprendices.
Se llamó a la clase obrera y no respondieron. Luego se llamó a personas de
clase media, a la que se le ofrecieron muchas facilidades y promesas: semilla y
formación gratuitas, seguridad en el beneficio y en la prosperidad del negocio,
emolumentos íntegros para el cultivador, seguimiento y apoyo futuros… Y estos
primeros criadores, tras sus resultados positivos, fueron los mejores
propagandistas de esta actividad económica, despertando el interés de la clase
pobre.
De
acuerdo con la Dirección general de Agricultura, Industria y Comercio, del
Ministerio de Fomento, que ofreció el reconocimiento a la institución formativa
(sería la Escuela Práctica de Sericicultura, la cuarta en la historia de
Sevilla), y nuevas plantas para su cultivo, el Sr. Caballos quería tener en las
cercanías de su vivienda una gran plantación de moreras y comenzar los trabajos
de propaganda de la formación para esta actividad comercial en 1908, incubando
cuatro onzas de semillas.
Ese
es el año de inicio de funcionamiento de esta institución educativa. En
aquellos primeros años de actividad de la Escuela de Sericicultura y la
actividad de sus plantaciones, hay artículos que la señalan, tras una en
Murcia, como las que mejor resultados obtuvieron. En ello influyó la ya mencionada
previa plantación de moreras, ya en estado de aprovechamiento, que había hecho
la Junta del Puerto de Sevilla en las márgenes del río Guadalquivir que, junto
al gusano de seda, aporta la otra materia prima primordial: la hoja de morera.
Textualmente,
se escribe en un texto de agricultura: “El patrono de aquella Escuela (el Rvdo.
Sr. D. Juan Caballos Pérez), bien penetrado de la índole especial de la
industria sedera, fracciona y distribuye la crianza de gusanos entre el mayor
número posible de amigos agricultores, que las siguen en sus respectivas casas,
con entusiasmo y cariño, en competencia cada cual, para ganar a los demás en
producción y calidad. Aquellos buenos sericicultores, en número de 13, con su
patrono a la cabeza, se han asociado, reconstituyendo el antiguo Gremio de
Sederos de Sevilla, habiendo incubado este mismo año 20 onzas y 5 gramos de
semilla de gusanos, de las que han obtenido 788,73 kilogramos de hermosos
capullos”.
El
sacerdote asumió las funciones de patrón del desarrollo y fomento del cultivo,
que combinó con labores pastorales de cara a este colectivo, siendo nombrado
Consiliario Eclesiástico del primer sindicato de criadores del gusano productor de la seda en Sevilla, para así
poder constituirse en gremio, algo que también narró el cronista
José Gestoso. Tal es así, que escribió en la publicación “Boletín de Acción
Social” (Nº 82, en 1911), de Sevilla, para demostrar las ventajas de esta benéfica
industria: “Obra patriótica y social, a la vez que de caridad cristiana, es la
de instruir y estimular a nuestros obreros agrícolas en esta industria”.
En
1912, gracias a los esfuerzos por fomentar la sericicultura del Rvdo. Sr. D.
Juan Caballos y las gestiones del jefe regional de Fomento de Sevilla, se crea
la Estación Sericícola para Sevilla.
La
publicación “Andalucía”, en junio de 1916, transmite lo siguiente sobre el
mundo de la seda: “La Escuela Práctica de San Juan de Aznalfarache, que tan
notables éxitos ha obtenido, formando aventajados discípulos, y que instruiría
a mayor número, si estos, con la aptitud suficiente, pudieran encontrar la
primera materia necesaria para ejercitar su actividad”. Fuera por falta de
cuidados, por los temporales o enfermedad de los árboles, las moreras comenzaban
a escasear, aunque dos años antes, se narra en este mismo artículo, se habían
aprobado leyes provinciales para favorecer la plantación y conservación de las
mismas, incluso con pagos de la Administración pública por ello. En octubre del
año mencionado en el párrafo anterior, y escrito en la publicación oficial del
Ministerio de Fomento, “Hojas Divulgadoras”, la Escuela Práctica de San Juan de
Aznalfarache es mencionada como referencia para el envío de obreros técnicos y
material necesario, en cuanto le es posible a sus recursos, para aumentar y
extender la industria sericícola por otros lugares del país, donde se
estuvieran plantando moreras, en aplicación de la “Ley de 4 de marzo de 1915,
para abrir a la sericicultura española vastos horizontes de progreso y
bienestar”.
El
siguiente artículo encontrado sobre este tema es de noviembre de 1924, haciendo
referencia a que en el salón de actos de la Cámara Agrícola de Sevilla se hizo
entrega de las insignias de la Cruz del Mérito Agrícola al Rvdo. Sr. D. Juan
Caballos, cura párroco de la Iglesia de San Ildefonso y director de la Escuela
Práctica Sericícola de San Juan de Aznalfarache. El señor Huesca, presidente de
la Cámara, dirigió frases muy expresivas al sacerdote enalteciendo sus logros.
En el estuche de la condecoración, se grabó la siguiente inscripción: “Al
insigne fomentador del cultivo del gusano de seda, don Juan Caballos Pérez. Por
la Cámara Agrícola de Sevilla”.
Unos
meses después, hay mención de que la Escuela Práctica de San Juan de Aznalfarache
no sólo se dedicaba a la plantación y conservación de las moreras, sino que
también se comunicaba otra información agrícola útil para los sembradores.
Varios profesionales habían visitado la institución para enseñar al microscopio
varios estados de la mosca que infestaba unos garbanzales próximos.
Nuevamente,
en el año 1925, encontramos datos del florecimiento de la industria de la seda
en Sevilla. La Escuela Práctica de Sericicultura de San Juan de Aznalfarache es
una referencia institucional también para los pueblos de Gelves y Coria del
Río, con habitantes dedicados a estas labores, con un rendimiento mayor en las
tierras de los dos primeros mencionados. Sin embargo, los cultivadores desean
que se les pague más por su producción, reclamando que la cantidad y la calidad
obtenida es mayor que la de tierras levantinas, Italia, Francia e incluso que
en el Extremo Oriente de Asia. La Junta de Obras del Puerto seguía colaborando
con la sericicultura sevillana, cediendo gratuitamente, a los criadores de gusanos, la hoja de las moreras de su propiedad de las orillas del
Guadalquivir.
En
marzo de 1927, se hace referencia a que el gremio de sederos de San Juan de
Aznalfarache celebró sesión, presidida por el excelentísimo señor don Francisco
Ysern y Mauri (quien está vinculado al gremio de sederos desde sus inicios en
el año 1911, como presidente honorario), para la distribución de la semilla de
gusanos de seda, que se han de criar en el presente año. Se repartieron treinta
onzas entre 52 criadores. Sin embargo, se muestra cierto descontento en el
evento, pues los socios no recibieron el premio que les corresponde del Estado por
los capullos que vendieron el año anterior. Aquella ley nacional de 1915 parece
que queda desfasada y la ayuda pública se había terminado.
Ante
una reclamación de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas a la Diputación
Provincial de Sevilla sobre la necesidad de plantar más árboles, en zonas
previamente desoladas, carentes de vida natural, yermas o calcinadas, en
diciembre de 1927, se menciona el ejemplo que transcribimos a continuación:
“Hay
una planta de hojas caducas, que es providencial en este clima: nos referimos a
la morera, con la cual se adorna la casi totalidad de la carretera de Sevilla a
Coria del Río. Sirve su primera hoja para la alimentación del gusano de la
seda, y constituye anualmente un buen ingreso para los vecinos necesitados de
San Juan de Aznalfarache, Gelves, Tomares, Coria y La Puebla del Río, en los
que, sin gasto apenas y como mero entretenimiento, ingresan anualmente de 20 a
25 mil pesetas, no dedicándose más vecinos a esta industria agrícola por falta
de moreras. Esta planta, de talla mediana, mantiene soleadas las carreteras en
los meses de invierno, llegando en los meses de verano a cubrirlos con sus
tallos y hojas, si el que las poda sabe darles la dirección conveniente y las
arma elevadas, para que no estorben a los vehículos que transitan por debajo”.
En
marzo 1928 aparece la última noticia sobre la industria de la seda sevillana,
al menos, en San Juan de Aznalfarache: los gremios locales de Coria y de
nuestra localidad se niegan a criar gusanos por los precios irrisorios que les
ofrecen por su producto desde la única casa compradora de Sevilla y la ausencia
de las ayudas nacionales, que estaban recogidas por ley. Aunque se seguía
fomentando la industria sericícola, los precios habían decaído mucho, tanto
como para no merecer la pena el cultivo.
Desapareció
la actividad agrícola sericicultora sevillana; como escribió el cronista José
Gestoso, esta ruina apareció porque no fue posible luchar con el incremento de
las fábricas extranjeras, con la perfección y belleza de sus productos,
juntamente con la relativa economía de aquellos.
Publicaciones
consultadas: “Hojas Divulgadoras” (1907-1916), del Ministerio de Fomento; Informe
del Ministerio de Fomento sobre agricultura (1907-1910); “Crónica de Vinos”
(1908); “Liga Agraria” (1908 y 1912); “Diario de Burgos” (1908); “El Castellano”
(1911); “El Popular” (1912); “Diario de Córdoba” (1912); “Andalucía” (1916); “El
Liberal” (1924 y 1927); “Andalucía Ilustrada” (1925); “El Debate” (1925); y “Curiosidades
Antiguas Sevillanas” (de J. Gestoso, 1910).
Artículo escrito el 7 de abril de 2024. Con fecha 18 de mayo del mismo año, introducimos el plano sobre la finca Recreo, a las afueras de San Juan de Aznalfarache y que coincide con las indicaciones que ofreció José Gestoso, sobre el lugar en el que se creó la escuela de sericicultura.