El pintoresco San Juan de Aznalfarache de 1848

Para aquellos lectores que no lo sepan, este texto debe comenzar con la aclaración de que hasta 1933, Sevilla y San Juan de Aznalfarache estaban unidos por tierra, pues el recorrido clásico del río Guadalquivir venía desde el actual muelle de Sevilla, para hacer un recodo en el que giraba por nuestro término municipal, hasta el recorrido ya conocido hasta Sanlúcar de Barrameda.

Aparece en la publicación "Semanario Pintoresco Español", del 5 de marzo de 1848, sobre un relato del año anterior, escrito por M. Jiménez:

En Sevilla, "buscaba diligente a un barquero que, por módico precio se decidiera a transportarme  al cercano pueblecillo que, cual caprichosa canastilla, vierte sus flores sobre el pavimento de un cenador, así derrama sus blanquecinas casitas al pie de unas matizadas colinas y que el vulgo llama San Juan de Aznalfarache".

"Sobre la elevada plataforma del solitario monasterio, desde cuyo punto trasladaba al lienzo el soberbio panorama que la arabesca Sevilla desarrolla y que tanta novedad ofrece a los ojos del escrupuloso observador".

"El reloj de la derruida y fea torre del convento vino a sacarme con su eco ronquecino del marasmo en que me encontrara. Era la décima hora (por la mañana). Di mis preventivas órdenes al servicial barquero que, amarrando su esquife a una de las estacas que allí se encuentran (en la ribera de nuestro término municipal), pareció entregarse tranquilo al blando sueño".

"Dirígeme hacia el punto indicado, salvando las pendientes que presentan los tortuosos senderos abiertos, a través de los extensos olivares que circundan a aquel edificio posado en la cumbre de aquella montañita, como el arca salvadora en el elevado Sinaí".

"Ante nosotros se despliega un espectáculo asaz interesante y rico en recuerdos de un orden más elevado. Aquí, verdes colinas, bordadas de de olivos y viñedos, bajan a bañar sus plantas al borde de un río que, serpenteando a lo largo de fértiles praderas, las riega y vivifica"...

"¿Cuál es el que, por extraño que sea a la vida campestre, no haya disfrutado por un momento de la agradable vista de Sevilla, desde la colina que se alza en medio de los jardines de olivos de Aznalfarache? ¿Cuál es, finalmente, el que no ha respirado la aromática fragancia de los dobles lirios, evaporada por la fresca brisa de la tarde, reclinado sobre la verdosa alfombra, al pie de los muros de aquel religioso apartamiento? Escoged pues un día en que el sol derrama su viva lumbre en medio de un celaje sin nubes; escoged ese momento y llevad vuestras miradas a lo lejos; ved esas casas, las unas ennegrecidas por el tiempo; las otras, resplandecientes en blancura y que parece aproximarse al estanque profundo, en el cual el río está encerrado, para mirarse en las aguas. El río presta al cuadro no sé qué misterio, que aumenta aun el encanto de la contemplación".

Dibujo de 1894 que puede expresar este ambiente festivo.

"Era domingo. Como convidaba el día, con su hermosa temperatura, multitud de familias habían emigrado a aquellos lugares. Algunas cuadrillas veíanse diseminadas, acá y acullá; unas, bajo el ramaje de los olivos, conversaban tranquilas; otras, más entusiastas y revoltosas, compuestas de gente del pueblo, agitábanse bailando y cantando al compás de una guitarra, ínterin las barquillas, cuales aves acuáticas, al abrir sus blancas alas, desplegaban al viento sus pequeñas velas y huían veloces por la plateada superficie del agua, en busca de nuevos pasajeros"...

"Descendimos por la senda que muere al pie del grotesco arco de la callejuela que sale al frente del convento, y nos dirigimos a la antigua fonda de Lebrón..."

Paramos aquí la narración, pues el resto de pasajes de este texto parecen suceder entorno a Camas.

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