A
continuación, el primer dato importante lo encontramos en 1849, ya que Pascual
Madoz destaca las fábricas de jabones comunes, la de jabones de olor, esencias,
pomadas y aceites, establecidas en nuestra localidad, por el Sr. Court, en una
casa capaz, con una extensa huerta cercada por tapias, convertida en
jardín en aquella época, donde se cultivan las plantas útiles para el establecimiento, por el
perfume de sus flores.
En
conjunto y relacionada con toda esta producción, a partir de las plantas,
habría dos fábricas instaladas en San Juan de Aznalfarache: Una propiamente
para el extracto del perfume y otra para el procesamiento del orozuz. Ambas
tendrían empleados a bastantes jornaleros todo el año para trabajar la tierra.
Siguiendo
las indicaciones de Daniel Pineda Novo y a través de la tradición oral, por
aquellos extractos de perfumería, a todo el pueblo (cuya urbe se asentaba
predominantemente en el actual Barrio Bajo), lo envolvía un penetrante olor
que, desde lejos, provocaba que se dijera: “San Juan huele a rosas”.
También nos explica la investigadora Amantina Cobos que los terrenos que ocupó la fábrica de Cros (en el año 2024, se corresponde con el polígono comercial Alavera y el antiguo centro de creación de empresas que se creó subvencionado por la Unión Europea), e incluso más fincas, eran plantaciones de flores. La destilería para la elaboración de los perfumes se realizaba en la casa que (en 1926), pertenecía a don Antonio Olmedo y que antes fue hacienda de la Merced. Como dato curioso, dicha autora señaló que las muchachas que trabajaban en esta fábrica de esencias eran conocidas por el agradable perfume por el que estaban impregnadas.
También
el comercio con el regaliz, orozuz o palo dulce fue una industria de gran
importancia en el siglo XIX en Sevilla y se producía en abundancia en la vega
del Guadalquivir: de hecho, había dos fábricas en la propia ciudad, una en
Coria del Río y otra en San Juan de Aznalfarache, cuya gestión también estuvo a
cargo del Sr. Court.
Su
producción era muy apreciada en los mercados de Inglaterra e incluso en Estados
Unidos, adonde se exportaban y se usaban para masticarlos por su cualidad
pectoral, como para elemento de composición del tabaco, la cerveza y otras
producciones.
El
número de quintales de esta especie de palo dulce, que se elaboran en las
cuatro industrias indicadas es de 80.000 al año, siendo esta fabricación
sumamente ventajosa para el país, no sólo porque se libra a la tierra de una
raíz que le es nociva, sino también por los muchos brazos que en ella se
emplean.
La
industria del extracto del orozuz ocupaba muchos brazos, pues además de los que
se elaboran en las fábricas, se sostienen muchas familias con el jornal no muy
corto, que obtienen los trabajadores del campo, con particularidad, después de
concluidas las faenas de recolección y antes de principiar la arada y la siembra,
arrancando del suelo con el azadón la raíz de aquella planta, que llevan a
vender a las fábricas, donde se compra por quintales. Es tanto lo que se
benefició esta industria en aquellos años de mitad del siglo XIX que, a pesar
de ser muy abundante dicho vegetal, comenzó a notarse una disminución
considerable.
En
1858, en el periódico “Diario de Barcelona”, se expone un artículo sobre la
Exposición Provincial de Sevilla de Agricultura, Industria y Bellas Artes,
indicando los productos industriales que se pueden encontrar en la misa. El
texto concreto que nos interesa es el siguiente:
Entre las
industrias que se van desarrollando rápidamente en este país, una de ellas es
la perfumería. Los tres expositores, que se presentaron en este ramo, merecen
singularmente la atención. La fábrica del señor Court, establecida en San Juan
de Aznalfarache, presentó esencia de rosas del país (extraída en la misma
fábrica), agua de azahar, un jabón animal inmejorable y otros varios productos.
La abundancia de flores en este país hace que pueda establecerse aquí, con
ventaja, la extracción de esencias y fabricación de artículos de perfumería.
A
pesar de estas buenas perspectivas, algo debió de empezar a ir mal en la
empresa, ya que, según escribió Daniel Pineda Novo, en 1861, Paulino Court,
domiciliado y residente en la ciudad francesa de Grasse, dio poder y mandato a
su hermano Bruno “para vender, bien sea
amigablemente, bien sea en subasta a las personas y a los precios, cláusulas y
condiciones que el mandatario avise, todo o parte de las casas que el
constituyente posee en común con el mandatario, Bruno Court, en el pueblo de
San Juan de Aznalfarache, cerca de Sevilla, Reino de España, así como también
la propiedad rural, igualmente de su pertenencia, en común , en el término de
dicho pueblo, conocida bajo el nombre de Haza del Diablo”.
Por
el motivo que fuese, Bruno Court siguió adelante con la empresa, ya que en 1862,
en el “Catálogo oficial de la Exposición de Londres”, aparece inscrita la
empresa “Court e Hijo”, que trabaja en el sector de la perfumería, con sede en
San Juan de Aznalfarache, Sevilla.
En
los anuncios que se publican en la Guía de Sevilla, en el 1865, el relojero
Alberto Galloy, que trabaja para Sus Altezas Reales los Infantes Duques de
MontPensier y que tiene su sede en la Calle de las Sierpes, también explicita
que tiene un depósito en la Plaza del Salvador, concretamente, en el número 6,
con “perfumería de la acreditada fábrica de San Juan de Aznalfarache, al por
mayor y menor”.
En
1867, Court e Hijos también participa en la Exposición Universal de París, con
productos de perfumería, jabones y esencias.
Sin
embargo, en 1869, los hermanos Luca de Tena adquirieron la magnífica fábrica de
perfumería, propiedad de los Sres. Court e Hijos (fundada en 1840), trasladando la producción y elaboración a su
colonia en Torreblanca, donde habían instalado aparatos y maquinaria de última
generación para el procesado de las plantas y la producción de los perfumes,
jabones, esencias, etc.
Este
hecho marca el fin de aquella industria local del perfume en la que, según nos informaron
verbalmente, también formaban parte la familia Lissén (por entonces, con escritura y pronunciación afrancesada: “Litchen”), que comenzaron la destacada acción empresarial
aceitunera en San Juan de Aznalfarache.
Bibliografía:
COBOS
DE VILLALOBOS, A. (1927): “Apuntes históricos de San Juan de Aznalfarache”.
Sevilla, Ateneo Cultural de Sevilla.
COMISIÓN
REGIA DE ESPAÑA (1867): “Catálogo General de la Sección Española”. Paris,
Imprenta General de CH. Lahure.
DEPARTAMENTO
ESPAÑOL EN LA EXPOSICIÓN (1862): “Exposición Internacional en Londres”. Madrid,
Imprenta Nacional. Londres, Spottiswoode.
GÓMEZ ZARZUELA, M. (1865): “Guía de Sevilla y su provincia: Arzobispado, Capitanía General, Tercio Naval, Audiencia Territorial y Distrito Universitario”. Sevilla, La Andalucía.
GÓMEZ
ZARZUELA, M. (1873): “Guía de Sevilla, su provincia, etc.”. Sevilla, Imprenta
de la Andalucía.
GÓMEZ
ZARZUELA, M. (1874): “Guía de Sevilla, su provincia, etc.”. Sevilla, Imprenta
de la Andalucía.
LAMA
MARCOS, M.: “La industria del regaliz en Coria del Río, 1839-1938”. Sevilla.
MADOZ,
P. (1849): “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus
posesiones de ultramar” (tomo XIV) Madrid, Imprenta de Pascual Madoz.
PINEDA
NOVO, D. (1980): “Historia de San Juan de Aznalfarache”. Sevilla, Ayuntamiento
de San Juan de Aznalfarache.
Publicación:
“Diario de Barcelona, de avisos y noticias”, 6 de junio de 1858.
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