En primer lugar, por si alguien lee este artículo sin conocer la
historia del rio Guadalquivir entre Sevilla y San Juan de Aznalfarache, hay que
indicar que, hasta principios de los años 30 del siglo XX, el río iba desde la
ciudad hasta esta localidad directamente, y que, en los siglos anteriores, para
entrar o salir de la capital de la provincia en barco, había que pasar por esta
villa ribereña. Igualmente, la ciudad y este pueblo estaban comunicadas por
tierra, sin que el río fuese una barrera natural. Por eso, en el inicio, mostramos uno
de los grabados que reflejan aquella realidad en el siglo XVI.
Narra el explorador, cosmógrafo y cronista italiano
Antonio Pigafetta, en su relato sobre el viaje de la armada de Magallanes
para dar la vuelta al mundo desde Sevilla, al partir en la mañana del lunes 10
de agosto de 1519, “pasando cerca de Alfarache, ciudad muy poblada en tiempo de los moros,
donde había un puente del que no quedan más de dos postes, debajo del agua, muy
peligrosos para la navegación, la cual no puede efectuarse más que con la marea
alta y con la ayuda de los pilotos del país”.
Escribió, entre los años 1571 y 1574, el cosmógrafo y
cronista Juan López de Velasco, en su obra “Geografía y descripción
universal de las Indias”: “Otro tanto más adelante hay otro
bajo, que llaman Los Pilares que, aunque tiene canales fondables para poder
pasar, son tan angostos que, por poco que una nao se desvíe, da en ellos y así
se han perdido allí algunas”.
Aquel lugar, con aquellas peligrosas
estructuras hundidas de un presumible antiguo puente romano, situado en las
proximidades de nuestra localidad, pasó a denominarse “Los Pilares”
y que, el general de flotas, Juan de
Escalante, en su libro “Itinerario de navegación de los mares y tierras
occidentales” (1575), califica como uno de los lugares más peligrosos en el río.
Explica Escalante que, estos
pilares, semihundidos al nivel de la altura del agua y casi confundiéndose con
esta, cuando la marea estaba baja, obligaban a las naos a pasar derechas, entre
pilar y pilar, para no recibir daños.
En 1878, en el libro “Reseña de varios puentes construidos en España, desde la antigüedad, hasta principios del siglo XIX”, su autor, Pedro Celestino Espinosa, ingeniero de caminos, escribe que “en Chaboya, cerca de San Juan de Aznalfarache, hubo vestigios de un puente romano”. Sin embargo, un siglo después, a principios de los años 70, el ingeniero riojano de caminos, canales y puertos, Carlos Fernández Casado, indica en su libro “Historia del puente en España” que no ha encontrado resto alguno de aquel que citó Espinosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario