Jaime Villanueva Astengo (historiador español, nacido en Játiva, 1765, y fallecido en Londres, en 1824), con las recopilaciones que iba haciendo de sus cartas, su hermano mayor Joaquín Lorenzo (clérigo, historiador y escritor liberal, nacido en Játiva, 1757, y fallecido en Dublín, en 1837), son autores de la obra el “Viaje literario a las iglesias de España”, una compilación de los ritos litúrgicos nacionales, desde las más remota antigüedad; su contenido se amplió para copiar todo cuanto documento valioso para la historia eclesiástica de la nación y la historia, en general del país, pudiese ofrecer el itinerario de Jaime por los archivos de los templos y monasterios españoles.
En su tomo tercero, aunque partiendo de una confusión entre la aldea de Osset, en Andilla (Valencia), pasa en pocas líneas a hablar de la urbe del Osset bético, junto a Sevilla, para detallar lo conocido del famoso milagro de la pila bautismal que describe Gregorio Turonense y, por el que, cerradas y selladas en el Jueves Santo las pilas del bautismo, y tomadas las posibles precauciones para evitar toda especie de fraude, llegada la hora del bautismo en el Sábado Santo se encontraban llenas de agua.
Recordemos el texto en la obra
“España Sagrada” (tomo IX), de Henrique Flórez, en 1752 y 1757, del cual
transcribimos unas cuantas líneas a continuación
Por lo que mira
á la línea Eclesiástica, tuvo Osset la
singularidad del milagro que, cada año, obraba el Cielo allí por la Pascua,
llenándose en su víspera la Pila bautismal de agua, estando antes vacía. El
suceso se autenticaba en esta forma: Había una Pila de mármol, dispuesta con su
figura en modo de Cruz; y concurriendo el pueblo con el Obispo á aquel lugar
(en que estaba edificada una suntuosa Capilla con reliquias del Mártir San
Esteban), oraban juntos en el día del Jueves Santo, en que la Pila se hallaba
sin agua. Luego cerraban y sellaban la puerta de la Capilla hasta el Sábado, en
que volvían á reconocer el sello de la puerta y, abriéndola, encontraban la
fuente, no sólo llena de agua, sino rebosando, con el nuevo prodigio de que,
estando el agua más alta que el brocal, no sólo no se derramaba, sino que
tampoco se disminuía, no obstante que después de haberla bendecido, sacaban los
Fieles mucha agua para llevarla á sus casas, y aun para asegurar los frutos de
los campos, como lo conseguían, aspergeando con ella las viñas y heredades.
Manteníase el
agua en aquel colmo, hasta que la tocaba el primero que se bautizaba y, entonces, se veía el nuevo prodigio de que se
quedaba en constitución regular y, en acabando de bautizarse todos los que
concurrían á este fin, se desaparecía el agua, fin saberse su término, así como
se ignoraba el principio.
[…]
Un Godo Arriano
que, con desprecio de la maravilla, metió allí sus caballos, haciendo establo á
la sagrada Capilla. Pero á la medianoche, se sintió tan á las puertas de la
muerte, que dió voces para que sacasen los caballos y, aun sacados se mordía á
sí mismo, maltratándose tanto, que murió oprimido del enemigo.
Otra prueba fue que el Rey Arriano, nombrado por el Turonense, Theodegildo, creyó ser ficción de los Catholicos el milagro. Y para asegurarse, añadió al sello del Obispo el suyo y, poniendo, además de esto, guardas à la Capilla, para ver fi alguno intentaba el fraude. Y como sin descubrir industria humana, se observase el prodigio en aquel año, y en el siguiente, en que repitió la caución, añadió, al tercer año, la nueva diligencia de mandar abrir un foso profundo alrededor de la Capilla, por si había algún oculto acueducto por donde el agua se encaminase à la fuente. Mas no sólo no se halló vestigio de tal cosa, sino que murió el Rey antes de la Pascua, no mereciendo su incredulidad ver aquel día.
En “El viaje literario a las iglesias de España” se extrañan los autores sobre el silencio de los españoles de la época, que no dejaron escritos sobre este milagro doméstico, que debió ser público en toda España, para dar más gloria a la nación por este prodigio. Además, entra en una reflexión por la cual, aunque sin dar nombre propio alguno, ni localización, el escritor cercano a aquella época (además de Gregorio de Tours, historiador francés que vivió en el siglo VI), que sí habría dejado testimonio sobre ello, sería San Ildefonso (nacido en el año 607 y fallecido en el 667), en su obra “De Cognitione Baptismi”, concretamente, en sus capítulos 105 y 106, de la cual ofrecemos algunos extractos a continuación, traducidos del latín en que se escribió el texto original:
“Tiene semejanza con el poder de profecía, porque el jueves anuncia el olor de la Pascua, que presenta en una visión tres días después, en el sábado pascual. Tiene un período de certeza, porque el testimonio de la resurrección del domingo no varía en nada del error. Tiene estatus de verdad porque el individuo observa el acontecimiento con la fiesta de Pascua”. El milagro comenzaba con la pila bautismal vacía el Jueves Santo y que se encontraba llena para la Vigilia Pascual, a los tres días.
“Tiene humedad fluyendo en lo seco, porque entre la sequedad de las rocas hay un desbordamiento de agua sin deslizamiento alguno”. Esta sería una alusión a la sequedad del cerro, aislado de los demás y a una altura considerable de las corrientes fluviales subterráneas y ribereñas, es decir, la cercanía del río Betis (Guadalquivir), distanciadas por la profundidad.
“Tiene la abdicación de la impiedad, porque nadie le ataca, excepto aquel que ha abjurado del diablo, de los ángeles y de todas sus obras”. Esta creemos que sería la alusión al godo arriano y al rey Theodegildo.
“He aquí, vemos el lugar del manantial construido con piedras secas, y cubierto con costras secas de mármol, que con el esfuerzo del constructor unió las tablas con yeso, y con cal, cera y polvo de mármol, y lo solidificó, de modo que no estaba abierto a ningún acceso o accesible por aire, por ningún la derivación de cualquier humor recibido”. Este trozo aludiría a aquella pila bautismal, baptisterio, fuente o piscina, el lugar donde se producía el milagro, en lo alto de la rocosa atalaya.
“No hay acceso al arroyo, no hay lluvia clara, ni el más mínimo rocío, no llega niebla humectante; los techos de los tejados están intactos, las puertas fueron encontradas cerradas, los sellos fueron encontrados sanos y salvos, ningún incrédulo vino a burlarse de la fe, ningún creyente entró para proveer para la fe, no vino nadie que sólo fingiera o impidiera un milagro”. Estas frases indicarían lo que veían los testigos de aquellos prodigiosos hechos. Ciertamente había un arroyo que, procedente de Tomares, pasando entre los cerros, llegaba hasta el río Betis (Guadalquivir).
“Por tanto, hay que prestar atención a ese autor inefable, y a sus obras admirables. Y así la virtud de su trabajo puede conocerse a partir de los resultados de su operación”. Aquí San Ildefonso expresa claramente que la descripción de estos hechos se basa en otro escritor, cuyo relato debe ser respetado.
A pesar de que estos escritos del santo parecen que todo ello lo viviera en primera persona, las investigaciones más rigurosas desmienten que Ildefonso de Toledo hubiera estado en Sevilla.
Volviendo al texto de los hermanos Villanueva Astengo, hay que reconocer que los mencionados capítulos del escrito “El conocimiento del bautismo” del Arzobispo toledano, tienen mucha similitud con el milagro o leyenda que ocurría en Osset. Como mencionan los propios autores: Si calló el lugar del milagro y otras puntualidades con que pudiera certificarnos más del hecho, lo hizo porque hablaba como orador, con cierta rapidez, que pasa sin tocar ni detenerse sino en lo que le importa para el fin que se propuso; decir que San Ildefonso habló aquí como historiador, lo tengo como una equivocación manifiesta. La lectura sola del lugar citado basta para hacer ver que su objetivo era ponderar la bondad y el poder de Dios en este milagro, y que en esto emplea toda su elocuencia, omitiendo las circunstancias históricas como sabidas en su tiempo.
En “El viaje literario a las iglesias de España” también se indica otra obra relacionada con estos hechos: “La España Goda” (1792), de Juan Francisco de Masdeu (religioso jesuita, historiador y estudioso de la literatura española, nacido en Palermo, en 1744, y fallecido en Valencia, en 1817), que pone en duda todos los escritos sobre el milagro de esta pila bautismal que, según sus recopilaciones, debió de producirse durante 50 años y ningún autor es siquiera capaz de concretar dónde se produjo con certeza. Y por supuesto, el italiano reniega de la autoría del relato del propio San Ildefonso quien, probablemente, sólo recogió los escritos de San Gregorio de Tours y le hace perder credibilidad, al no difundir ningún nombre propio o del lugar que lo concrete.
Este jesuita también discute uno de los efectos que, sobre la liturgia de la Iglesia, pudo tener el milagro de la pila bautismal de Osset, pues como sí afirmó Diego de Saavedra (escritor, poeta, jurista y diplomático, nacido en Algezares, Murcia, en 1584, y fallecido en Madrid, 1648), en su obra “Corona gótica” que, habiendo diferencias entre los españoles y los franceses sobre la celebración de la Pascua, celebrándola aquellos en 21 de marzo y estos, en 18 de abril, al manar las fuentes de Oset en el día indicado por los españoles, ambas naciones comenzaron así a hacerlo en ese mismo día, según consta en las tablas de Dionisio Abad, que son las mismas que las de Juan Lucido.
¿Escribió San Ildefonso de Toledo sobre San Juan de Aznalfarache (Osset)? Quizá algún día se descubra algún documento que lo aclare.
Bibliografía:
SAN
ILDEFONSO DE TOLEDO (siglo VII): “De Cognitione Baptismi”.
DE
MASDEU, J. F. (1792): “Historia crítica de España y de la Cultura española”
(tomo XI, libro III: España Goda). Madrid, Imprenta de Sancha.
DE
SAAVEDRA FAJARDO, D. (1789): “Corona gótica” (tomo I). Madrid, oficina de
Benito Cano.
FLÓREZ,
E. (1752): “España Sagrada. Teatro geográfico-histórico de la Iglesia de
España” (tomo IX, de la Provincia Antigua de la Bética en común, y de la Santa
Iglesia de Sevilla en particular). Madrid.
VILLANUEVA ASTENGO, J. y VILLANUEVA ASTENGO, J. L. (1804): “Viage literario á las iglesias de España” (tomo III). Madrid, Imprenta Real (págs. 142 a 146).
Otras
fuentes, sobre el origen de la advocación mariana de Nuestra Señora de Paz:
hermandaddelapaz.com/articulos/historia-de-la-devocion-a-la-santisima-virgen-de-la-paz/
es.catholic.net/op/articulos/64246/cat/644/nuestra-senora-de-la-paz-toledo.html#modal
MODIFICACIONES: en marzo de 2025, se cambia este texto, pues frente a la afirmación de ciertos historiadores de que San Ildefonso no citó a San Isidoro de Sevilla, hay otros que señalan que es su segunda fuente más importante para "De conigtione baptismi". El 16 de mayo de 2025 se eliminan los párrafos que vinculan a San Ildefonso con Mairena y San Juan de Aznalfarache, con Nuestra Señora de la Paz por el descubrimiento que estos santos patronos son nombrados como tales en tiempos de la Reconquista.