San Juan de Aznalfarache andalusí (II parte): Hisn al-Faray, la fortaleza almohade de Hisn al-Faray, 1193 a 1248 (entre el final del XII y la primera mitad del XIII).
Era propio de la dignidad de los califas
almohades construir residencias en las afueras de Sevilla. Abu Yusuf Yaacub al-Mansur erigió
la residencia extramuros, sobre la atalaya, al suroeste de la ciudad y al otro
lado del río, que fue llamada Hisn al-Faray, lugar “de quintas y de jardines,
de viñedos y de álamos, que se suceden sin interrupción, con una continuidad
que no se encuentra en ningún otro río”. Las murallas del castillo de San Juan
de Aznalfarache, sobre la atalaya más cercana a Sevilla, se construyeron entre
los años 1193 y 1197 y según sus medidas, pudo ser el castillo más grande de
España e incluso de Europa; es el desconocimiento que se tiene sobre esta
fortificación lo que la ha condenado al olvido.
La construcción de
las murallas de Hisn al-Faray, de 1193 a 1197.
Como ya explicamos, tras el destierro de
al-Mutamid, el palacio al-Zahir, construido sobre las ruinas de la Osset turdetana, romana y
visigoda, quedó abandonado y, nuevamente, deteriorado. En el año 1193, el califa almohade Abu Yusuf
Yaacub al-Mansur (entre 1184 y 1199), hijo del anterior califa Abu Yaacub Yusuf,
amplió el castillo situado en el término del actual San Juan de Aznalfarache, dándole
también un nuevo nombre, el de Hisn
al-Faray, Castillo del Miradero o de la Buena Vista. Esta fortaleza se
construyó como parte del cinturón defensivo de la capital (al igual que las de Alcalá de Guadaíra, Alcalá del Río, Aznalcázar y
Sanlúcar la Mayor), que cerraba los accesos y fortificaba los alrededores
de Ishbiliya (Sevilla), con lo que se
muestra con claridad el propósito de atender preferentemente la guerra en la
Península Ibérica. Además, este mismo gobernante lleva a cabo la ejecución del
alminar de la mezquita de Sevilla, es decir, el cuerpo principal de la Giralda,
y la ampliación del Alcázar hispalense.
A
continuación, compartimos un texto del historiador musulmán Ibn Idari, que
escribe, en torno al año 1312, la obra “Kitāb
al-bayān al-muġrib fī ājbār mulūk al-āndalus wa-l-maġrib” (“Libro de la increíble historia de los reyes
de al-Ándalus y del Magreb”), también conocido como “El Bayán”, donde aparece escrito:
“Llegó el año 589H (1193 d.C.) y en él ordenó al-Mansur proyectar un alojamiento fuera de Sevilla, que sirviera para albergar a los combatientes por la fe y para espantar a los infieles. Ordenó que estuviera en la cima del Aljarafe, para que controlara la garganta del río, y para que fuera como la luna creciente entre el alba y la mañana. Se erigió en el más corto plazo la silueta de los muros, se adecuó el lugar de las casas y se terminó el alcázar grande, con su mirador elevado sobre Sevilla. No se distinguía desde el llano, y la vista no alcanzaba la cumbre. Estas construcciones fueron de lo más grande que hizo, y estaban por encima de sus esperanzas. AI-Mansur, desde la capital, atendía sus noticias, y dirigía preguntas sobre lo que habían avanzado en la construcción, hasta que se le hizo acuciante el conocer sus características e inspeccionar la forma en que se estaba construyendo. Envió a un inspector, que llegó a él y le informó. El anhelo de al-Mansur se incrementó, y lo llamó Hisn al-Faray”.
El
8 de junio de 1195, recién llegado
al-Mansur de la expedición en la que logró librar a Silves (antiguamente, capital del Algarve portugués)
de la dominación cristiana, fue a caballo desde la Buhayra a Hisn al-Faray,
cuyas obras no debían de estar concluidas. En la suntuosa
residencia, descansó el vencedor de Alarcos de sus triunfantes campañas bélicas
hasta el día 22 de aquel mes. Aquí celebró su victoria en la batalla, con una
solemne recepción y un desfile militar, seguido de una serie de obras benéficas
con preces u oraciones con que dio gracias a Dios, por su gran triunfo contra
los infieles.
Esta fortaleza tenía las siguientes
funciones: como bastión defensivo, enfatizada por el texto de Ibn ldari, para defender
Ishbiliya de las incursiones de los portugueses; la de ciudad palatina, por las
veces que allí residió el califa al-Mansur, que destacó del lugar "la
hermosura de sus vistas y la pureza de su aire”, destacando su uso como lugar
para las recepciones oficiales; y fue residencia para el descanso de miembros
de su ejército. Es por esta variedad de funciones, por las que este lugar se
considera como una almunia fortificada, integrada por un alcázar y un conjunto
de casas.
Las obras en las murallas del cerro
fueron rápidas y, tras derrotar el califa a los castellanos en Alarcos, pasó
allí el invierno de 1195-1196. Para entonces, ya había encargado la plantación
de un huerto (la buhayra sevillana), que durante su estancia decidió completar
con nuevas obras, tal como ilustra la crónica árabe:
“En
el año 592 se trasladó al-Mansur a Hisn al-Faray en lo alto del Aljarafe y
completó la plantación de la Buhayra, recién hecha bajo él, y mandó hacer
norias a la orilla del río, bajo el castillo, para completar su hermosura y
ornato”.
Con la reconstrucción y ampliación de
estas edificaciones, volvió a esta atalaya el clima de suntuosidad,
recepciones, audiencias y estancias placenteras de sus nuevos dueños.
El
invierno de 1195 a 1196 lo pasó en el castillo de Aznalfarache, del que gustaba
mucho; terminó las plantaciones de los tremendales del Tagarete y mandó hacer
norias a orillas del Guadalquivir, debajo de Aznalfarache, para mayor ornamento
del paisaje.
En
el manuscrito “Anónimo de Copenhague”, el Marraquexi narra: “Al volver de su gran campaña, en el año 591
(1195), sentose en uno de los pabellones del castillo del Faraj (Aznalfarache), que miraba al río, para recibir a los
enviados de las provincias; dioles audiencia y entraron por clases y grados.
Recitáronle sus versos los poetas, entre los cuales figuraba un amigo mío de
Murcia, llamado Alí Ben Hazmún, que declamó una composición en metro jabab,
inventado por él y que gustó al Miramamolín (califa) y a los asistentes.
Este día, el
Miramamolín mandó desfilar a sus soldados con todas sus armas y, cuando pasaron
ante él, complaciose de su buen continente y oró dos rikaas (genuflexiones), en acción de gracias a Dios; no bien había
terminado su oración, vino una nube y cayó lluvia abundante, tanto que se mojó
la gente”.
Terminada
su tercera campaña en la Península, al llegar a Sevilla el 19 de agosto de 1197, también lo pasó el califa en su
recién terminada residencia favorita de Aznalfarache, para acabar de pasar el
verano, en sitio de tan excelentes aires y extenso paisaje visible. En ella
celebró el soberano una famosa audiencia poética y presenció un desfile
militar. Durante varios meses, hasta el retorno de al-Mansur a Marraquech, en
1198, la ciudadela palatina que, con tanta dedicación y esmero, había hecho
construir, fue la sede de la corte califal.
Hisn
al-Faray llegó a ser el centro de gobierno de un territorio que comprendía
hasta los términos de Valencina de la Concepción, Salteras, Villanueva del
Ariscal, Umbrete, Cuatrovitas (Bollullos de la Mitación), y Coria del Río, es
decir, casi la mitad de las dimensiones de la comarca del Aljarafe actual. De
hecho, mientras que de la población de Aznalcázar dependían 25 alquerías, y
Sanlúcar la Mayor tenía en su contorno otras 20, se cuenta que de Aznalfarache
eran 75. La abundancia de agua habría permitido
la producción agrícola por el olivar (como
en épocas anteriores), y la higuera, que habrían sido los dos principales
cultivos comerciales en la época andalusí. También el cultivo de la vid pudo
ser importante.
Batalla
en 1233.
Esta atalaya y su fortificación también
fue el lugar de una batalla entre regentes de dinastías andalusíes en el siglo
XIII, concretamente, entre Ibn Hud (Abu
Abdalah Muhámmad ibn Yúsuf ibn Hud al-Yudhami), rey de origen aragonés que
conquistó casi la totalidad de los territorios de al-Andalus, entre 1228 y
1238, e Ibn Nasr (Muḥammad
I: Abū cAbd Allāh Muḥammad b. Yūsuf b. Muḥammad
b. Aḥmad b. Muḥammad b. Jamīs b. Naṣr
b. Qays al-Jazraŷī al-Anṣārī, al-Gālib bi-llāh. Ibn
al-Aḥmar, también conocido por los sobrenombres
de al-Šayj y Abū Dabbūs), que
llegaría a proclamarse emir de los musulmanes (tras la muerte del anteriormente citado), y fue el fundador y primer
sultán de la dinastía de los Nazaríes de Granada.
Entre los meses de octubre y noviembre
de 1233, el rey Ibn Hud es atacado en Hisn al-Faray por las huestes de Ibn Nasr,
apoyado por residentes de Ishbiliya. Al ser vencido, el primero huye en barco
por el río Guadalquivir. Sevilla volvió a depender del gobierno de Ibn Nasr,
pero al poco tiempo, la ciudad se subleva de nuevo y reconoce a Ibn Hud como
emir.
La ocupación en 1248.
Aunque no definitivamente, pues habrá varias
escaramuzas posteriores, Hisn al-Faray cae ante las tropas de Fernando III, el
24 de enero de 1248, durante la Reconquista de Sevilla. Las batallas que
debieron librarse para su ocupación fueron célebres, por la resistencia del
lugar a rendirse y toda la sangre vertida en su expugnación.
Aunque inicialmente y, según consta en
documentación de la época, Hisn al-Faray, fue ofrecido, entre otros
lugares, a los residentes de Sevilla para poder alojarse fuera de la ciudad, o
las familias decidieron no quedarse (porque estuviera el lugar muy destruido,
porque no tuvieran confianza en permanecer tan cerca de las tropas cristianas o
porque sus líderes no se lo permitieron), o no llegaron a establecerse, porque
muy pronto estas tierras serían entregadas a la Orden de San Juan de Acre o de
Jerusalén (oficialmente, en 1253).
NOTA: Trataremos ampliamente el tema de
la reconquista de San Juan de Aznalfarache en un próximo texto.
Enlaces relacionados:
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