Robo de 50 pesetas en San Juan de Aznalfarache, julio de 1893

Imagen realizada con inteligencia artificial.

“El Noticiero Sevillano, diario independiente de noticias, avisos y anuncios”, Sevilla. Sábado, 22 de julio de 1893.  

En San Juan de Aznalfarache, han robado a D. José Domínguez, vecino de la calle Villapineda, un billete de 50 pesetas.

El robo lo efectuó un individuo de esta capital, que se hospedaba transitoriamente en la casa del Sr. Domínguez y que, aprovechando la ausencia de éste, abrió el cajón de una cómoda y robó los diez duros.

Con ellos, vínose a Sevilla y se compró varias prendas de vestir, que le hacían falta y que no pudo utilizar porque ha sido preso.  

Falso rumor de ahogado en San Juan de Aznalfarache, mayo de 1893

“El Noticiero Sevillano, diario independiente de noticias, avisos y anuncios”, Sevilla. Lunes, 8 de mayo de 1893.

Esta mañana se aseguró que, el niño perdido en Triana, había aparecido ahogado en el rio, en unos mimbrales próximos á San Juan de Aznalfarache.

La familia y la policía averiguaron si el rumor tenía fundamento y resultó inexacto.

Incendio de barco en San Juan de Aznalfarache, junio de 1889

Sección de óleo del siglo XIX, en el que se refleja el río Guadalquivir a su paso por San Juan de Aznalfarache.

“El Día”, 9 de junio de 1889 y "La Provincia, órgano del Partido Liberal-Conservador", jueves, 13 de junio de 1889.

El barco titulado “Laúd San Cristóbal”, de matrícula de Vinaroz, que se hallaba en el muelle de

San Juan de Aznalfarache con cargamento, fue pasto de las llamas el día 5 del corriente, a las seis de la mañana, siendo inútiles los esfuerzos que, para salvarlo, hicieron tanto la tripulación como las numerosas personas que acudieron en auxilio de esta.

No ha habido que lamentar desgracias personales, pero las pérdidas ocasionadas por el incendio importan más de 40.000 pesetas.

Dos guardias civiles salvan a un jinete en el río por San Juan de Aznalfarache, octubre de 1888

Sección de óleo del siglo XIX, del Guadalquivir, a su paso por término de San Juan de Aznalfarache.

“Diario de Córdoba, de comercio, industria, administración, noticias y avisos”, Córdoba. Viernes, 26 de octubre de 1888.

Un sujeto, que se dirigía a caballo por el arrecife de San Juan de Aznalfarache a Sevilla, cayó con la caballería en el gran barrancón que va a perderse al Guadalquivir. Acudieron a sus gritos dos guardias civiles, que se desnudaron y, con peligro de sus vidas, lo sacaron vivo, aunque con algunas lesiones.

“El Correo Militar”, 29 de octubre de 1888.

De "El Tribuno", de Sevilla:

De un servicio que honra y enaltece al benemérito cuerpo de la Guardia Civil, hemos tenido las siguientes noticias que insertamos con gusto.

La pareja de punto en San Juan de Aznalfarache, cumpliendo los deberes de su cargo, vigilaba, en la tarde del domingo, el camino chico que conduce de esta ciudad a la inmediata de la villa.

Próximo a la alcantarilla denominada ‘La madre’ (Madre Vieja, caudal de agua proveniente de Santiponce), un individuo, jinete en un brioso caballo, desapareció como por escotillón de la vista de los guardias.

Estos, figurándose lo ocurrido, acudieron enseguida al sitio donde desaparecieran jinete y caballería.

Desde una altura de cuatro o cinco metros, habían caído al río y la corriente arrastraba a ambos, poniendo en gran peligro la vida del infeliz caminante.

Con esta abnegación a que nos tiene acostumbrados la Guardia Civil, se arrojó al río la pareja y, después de grandes trabajos, logró sacar a flote al desgraciado individuo y la caballería que, pocos momentos antes, este montaba.

Hacemos público este suceso, no escatimando nuestras felicitaciones a la pareja que llevó a cabo tan humanitario servicio.

Se llaman los arrojados guardias de segunda clase: José García Hernández y Alonso Zambrano.

“El Correo Militar”, 20 de noviembre de 1888.

Aznalfarache.—Por los guardias José García Hernández y Alonso Zambrano Ramos que, el 21 de octubre último, prestaban servicio en las inmediaciones del río Guadalquivir, fue salvado de una muerte segura el vecino de Coria del Rio, Francisco Campos Moreno, que era arrastrado por la corriente de las aguas, a consecuencia de haberse caído con una caballería que conducía, al pasar por una senda inmediata a dicho río, habiéndole además curado varías contusiones y prestado cuantos auxilios le fueron necesario, hasta ponerle en estado de continuar su marcha.

Cadáver de teniente en el río por San Juan de Aznalfarache, septiembre de 1888

“La Palma de Cádiz, periódico político, mercantil, literario, industrial, científico, comercial y de anuncios”. Sábado, 15 de septiembre de 1888.

Acerca de un misterioso suelto que publicó un periódico de Sevilla, referente al suicidio de un teniente del ejército, ocurrido hace poco, dice “El Eco de Andalucía” que, aunque por los centros oficiales nadie ha podido averiguar, por noticias fidedignas, se sabe que se llamaba Antonio Pérez, que era teniente del Regimiento de Granada y que hacía cuatro días que había desaparecido de aquella capital.

Su cadáver se encontró a orillas del Guadalquivir, cerca de San Juan de Aznalfarache, desde cuyo punto fue trasladado al Hospital Central. 

De San Juan de Alfarache a Aznalfarache durante el siglo XIX

Estudio sobre el cambio de denominación de San Juan de Alfarache a San Juan de Aznalfarache durante el siglo XIX, hasta que el último se hace oficial en 1890.

El penúltimo nombre propio de esta localidad parte de los tiempos del asentamiento de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén o de Acre, que transmitió su patrón a esta villa: San Juan Bautista, más el arabismo al-Faray, cristianizado como Alfarache, en las décadas en las que permanecieron en este lugar, durante el siglo XIII.

Ya en el siglo XV, se puede justificar que el nombre de esta aldea ribereña de Tomares es San Juan de Alfarache, a través de los documentos del envío de los frailes franciscanos para habitar en el cerro. Curiosamente, mientras para la administración civil, San Juan dependía de Tomares, para la administración eclesial, tanto Castilleja de Cuesta como Tomares, dependían de San Juan.

Desde 1599, el nombre de San Juan de Alfarache se hace muy popular por el primer tomo de la novela picaresca de Mateo Alemán, que toma como apodo el de su lugar de origen: Guzmán de Alfarache. En el primer capítulo de la misma describe la localidad en aquel tiempo.

Portada de la obra.

Si quiere leer la reflexión de este blog "¿Se puede analizar al obra "Guzmán de Alfarache" sin conocer San Juan de Aznalfarache", haga clic aquí.

En 1630, surge el primer libro que se centra en un tema de la historia de San Juan: “Información sobre la posesión y propiedad de la milagrosa pila bautismal en el Osset Bético, territorio hispalense transamniano, San Juan de Alfarache”, escrito por el fraile cartujo Joseph de Santa María.

Portada del documento de 1630.

Si quiere saber más sobre esta obra y su autor, haga clic aquí.

Es ya en este siglo XVII, el sevillano don Diego Ortiz de Zúñiga, noble, historiador, Caballero de la Orden de Santiago y alcalde de Sevilla, escribe “Anales Eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, metrópoli de la Andalucía, que contienen sus más principales memorias, desde el año 1246, hasta 1671” (de 1677), donde encontramos por primera vez (al menos hasta el año 2025), la denominación “Aznalfarache” para estas tierras, como por ejemplo, para llamar al “castillo de Aznalfarache” aunque en la misma obra, también aparecen “San Iuan de Alfarache”, “Alfarache”, “Aznal Farache” y “Haznalfarache”.


Dos ejemplos de este manuscrito histórico en el que, por primera vez, encontramos la denominación Aznalfarache, aunque también aparezca la oficial San Juan de Alfarache.

En general, durante los siglos XVII, XVIII y las primeras décadas del siglo XIX, podemos contrastar por los libros de los frailes franciscanos de la Tercera Orden, residentes en esta villa, que la denominación usada para la misma es “San Juan de Alfarache”.

Indicación de la propiedad de uno de los libros del Convento de San Juan Bautista, de 1669.
Indicación de la propiedad de uno de los libros del Convento de San Juan Bautista, de 1771.
Indicación sobre uno de los inventarios del convento, en 1814.

En 1833, tras 585 años de existencia, el Real Decreto de 30 de noviembre suprimió el Reino de Sevilla, creándose la actual Provincia de Sevilla. Ello queda reflejado en el mapa del geógrafo francés A. H. Dufour, que constituye la primera imagen cartográfica plenamente contemporánea de Andalucía. San Juan de Alfarache cambia de nombre a San Juan de Aznalfarache.

Sección del mapa de 1833.

A través de los frailes terceros franciscanos y de la influencia sobre ellos del erudito clérigo don Manuel María del Mármol, es como pensamos que más cambió la denominación de esta urbe para la propia localidad. Es incluso el propio Manuel María quien, en su poemario, cambia de Alfarache a Aznalfarache, y crea la primera obra titulada con el nombre actual: “Al nuevo porche de San Juan de Aznalfarache”, la terraza a la entrada de la iglesia parroquial que él mismo financiaría. Este texto se encuentra en “Romancero o pequeña colección de romances, tomados de las poesías, impresas e inéditas, del doctor D. Manuel María del Mármol”, escrito en 1833 y publicado en 1834.

Según sus biógrafos, siendo eclesiástico católico, tenía un gran conocimiento de la cultura andalusí y podría ser quien detectó que el nombre “Alfarache” (proveniente del arabismo al-Faray), estaba falto de la primera palabra “Hisn” (castillo), que fue el verdadero nombre de esta fortaleza sobre el cerro, a finales del siglo XII y en las primeras décadas del siglo XIII, antes de la reconquista castellana.

Si quiere leer este poema completo, haga clic aquí.

Además, su influencia llegaría a la administración, a través del discípulo y amigo, el poeta, teólogo, sacerdote, filósofo y maestro de Bécquer, don Fernando Rodríguez Zapata y Álvarez, que incluyó el mencionado poema de don Manuel María, en el material de enseñanza del sistema educativo, en el año 1878.

El cabecero del poema en el año 1878, en el material de enseñanza.

Si bien ya comenzó la denominación actual, a lo largo del siglo XIX, se tuvo que alternar con otros estudiosos, cronistas y autores que seguirían llamando a estos terrenos “San Juan de Alfarache”, como en la obra del periodista, dibujante e hispanista inglés Richard Ford, publicada en 1837 y que, pese a su precisión en la descripción del lugar, mantuvo el nombre oficial, en su guía de viajes por España.

Sección del texto de Richard Ford.

En la prensa, se van alternando las noticias que hacen referencia a San Juan de Alfarache y a San Juan de Aznalfarache. En la publicación "El Corresponsal", de 4 de noviembre de 1842, aparece con la segunda denominación:

Después de aquel primero de 1833, en los mapas ya domina la nomenclatura de San Juan de Aznalfarache, como en este del año 1844 (realizado para el teniente coronel del ejército Federico Salazar).


Curioso es el plano topográfico del Guadalquivir, a su paso por Sevilla, que se elabora el 4 de febrero de 1844 y en el que se dejan puestos los dos nombres:

Mayoritariamente y, como podemos ver en el Atlas de España de Bachiller (es decir, vinculado al sistema de enseñanza formal), del año 1852, esta urbe se identifica como San Juan de Aznalfarache.

Otra curiosidad se da en la "Gaceta de Madrid" (anterior nomenclatura del actual "Boletín Oficial del Estado"), que también modifica el nombre de esta villa, como podemos ver entre los años 1855 y 1872. Sin embargo, oficialmente, todavía constaba el nombre de San Juan de Alfarache.

Listado de números premiados, de 13 de abril de 1855, en "Gaceta de Madrid"; reseñamos San Juan de Alfarache al final de la lista.
Registro de propiedades, de 8 de febrero de 1872, en "Gaceta de Madrid".
Y aun así, también hay otro nombre oficial que nos aparece de forma local, con el sello del Ayuntamiento de Tomares que, como podemos ver, indica: "Tomares y San Juan de Aznalfarache", aunque es fácil encontrarlo, en documentos y listados de la historia sevillana, como "Tomares y San Juan", suponemos que para abreviar la larga nomenclatura del municipio completo.
Sello de Tomares y San Juan, año 1876.
Tras esos casi setenta años de muy probables confusiones con el nombre de nuestra urbe, esta situación confusa y problemática, acabaría el 19 de julio de 1890, con la segregación oficial del término municipal de San Juan de Aznalfarache del Ayuntamiento de Tomares.
Si quiere leer más sobre esta segregación, haga clic aquí.
Si quiere leer más sobre los nombres de San Juan de Aznalfarache en su historia, haga clic aquí.
NOTA: este texto fue escrito por primera vez el 26 de junio de 2025 y, como en otros muchos de este blog, a medida que vayamos conociendo nuevos datos interesantes, los iremos añadiendo progresivamente e indicando qué aspecto concreto del texto fue modificado en estas observaciones finales.

Manuel María del Mármol y su poema desde San Juan de Aznalfarache 1834

"Sevilla, en Andalucía, desde la plataforma de San Juan de Alfarache", pintada por Henry Swinburne, entre 1775 y 1776. 

Manuel María del Mármol (1769, Sevilla – 1840, Córdoba) fue poeta, clérigo, académico, profesor universitario, filósofo, pedagogo y difusor de la ciencia moderna, miembro del grupo de intelectuales (Blanco White, Alberto Lista…), de la Sevilla del último tercio del siglo XVIII y ejerció su magisterio estético y político en las primeras décadas del XIX. En 1784, fue ordenado sacerdote y tras una capellanía en Granada, consiguió el puesto de Capellán Real en la Catedral de Sevilla. Catedrático en Filosofía y Doctor en Teología, llegó a ser Rector de la Universidad y Presidente de la Sociedad Económica y de la Academia de Buenas Letras.

Pudo actuar sobre Mármol la presencia de la huella arábiga en Sevilla y en las murallas de nuestra localidad, lugar en el que pasó largas temporadas y que, varias veces, aparece en su poesía como escenario de las soledades y ausencias pastoriles. Fruto de ello sería el poema “Al nuevo porche en San Juan de Aznalfarache” (1834):

Aquí sus odiadas lunas

puso el Alarbe atrevido,

después de poner la planta

sobre el cuello de Rodrigo.

De aquí á las tendidas vegas,

que corta el undoso río,

y al Español aherrojado

lanzaban su triste brillo.

Aquí se alzó el baluarte,

que al Bétis hizo cautivo,

cuando ántes libre llevaba

á la mar sus dones ricos.

Y no su libertad solo;

perdió hasta su nombre mismo,

con que llegó á ser famoso,

para ser Guadalquivir.

Aquí la memoria yace

de gran pueblo esclarecido,

y el nombre de Aznalfarache

puso al de Osseth en el olvido.

Fama es que hiende las sombras,

nocturna voz de gemido,

que suena Osseth, y que el eco

dice Osseth en un suspiro.

¿Y la pompa, y la opulencia,

que ostentó por luengos siglos

con envidia de los Orbes

el Godo, dónde se ha ido?

Riquezas, y armas, y trono,

y fortuna, y nombre, y ritos,

¡ay!, con los siglos se hundieron,

de la nada en el abismo.

¡Oh, cuánto del veloz tiempo,

oh, cuánto es el poderío!

Ya del Árabe tampoco

hacen memoria estos riscos.

Ni tu valor, ¡oh, Tarfira!,

y más que femenil brío;

ni amor, que á tu pecho llamas,

y velas dio á tus navíos.

Ni de tus ojos los rayos,

ni de tu espada los filos,

a Bonifaz y Fernando,

vencen en naval conflicto.

No con tu sangre vertida

sobre el rico andaluz río

de Arxataf y su morisma

firmó el tiempo el exterminio.

Solo de Tarfira el nombre

borrar no pudo el olvido:

que mucho más que un Tirano

merece un amante fino.

De Omar y Alí la potencia,

que en Arabia y en Egipto,

eslabona cadenas,

para el mundo pavorido.

Se desvaneció cual nube,

se disipó cual rocío,

se desapareció cual sombra,

y cual humo se deshizo.

En vez de lanzas enhiestas

se alzan cipreses sombríos

que, si al cielo dan sus puntas,

á la tierra dan abrigo.

Donde estaban moras tiendas,

está el almendro florido,

y el ciclamor encarnado,

y el jazmín, de Venus hijo.

Los que eran moros adarves,

son vergeles donde al lirio,

alhelí, rosa y viola,

miel liban los zefirillos.

Las lilas y cinamomos,

hijos del Ceylan florido,

las cucúrbitas que Chile

donó á el andaluz recinto.

Dan poso grato á las aves,

á los hombres todo umbrío,

galán adorno á las damas,

bálsamo a los ayrecillos.

Ya garzotas y alquizeles,

flotando, no hacen sus giros;

y á pampanos y claveles,

mecen blandos vientecillos.

A bélicos lelilíes

sucedió lento ruido

de amorcillos, que retozan

desde un olivo á otro olivo.

Entre su verde ramage,

el ruiseñor guarecido,

ó amores canta en redobles,

ó zelos llora en sus trinos.

Verjas cierran y azoteas,

este encantado recinto,

que guardaban ántes fosos

y el alfange damasquino.

Hiergue a los léjos el cuello,

la prenda de Hércules Tirio,

Híspalis, que ennobleciera

Peno, Romano y Fenicio.

La rodean miles pueblos,

la cercan mil caseríos,

cual en torno á madre tierna,

sus menestorosos hijos.

Al pasar, su pie besando

humilde el Rey de los ríos,

desaparece entre ribazos,

se pierde en bosques de mirtos.

Sobre los prados que riega,

pasta cordero y novillo,

y el potro, que veloz trota,

entre céspedes y tilos.

Donde la vista se pierde,

se alzan montañas en circo,

que visten verdes olivas,

y coronan altos pinos.

Las Ninfas, embebecidas,

moran aquí de contino.

Aquí acude el ciudadano

de cuidados oprimido.

De contino aquí se acoge

el cándido pastorcillo,

que ya en su voz dice amores,

ya en su flauta da suspiros.

¡Oh, vergel, émulo hoy

de las florestas de Gnido,

de las selvas de Amathonta

y de los jardines Ciprios!

Salve tú, seguro albergue,

y salve, escondido asilo,

donde mueren los cuidados,

donde se huyen los peligros.

Bullan allá, en las ciudades,

entre su inmenso gentío,

afanes, aun sin buscarlos,

dolores, aun con huirlos.

En esta, tu dulce calma,

descanse el corazón mío,

y deme el Cielo que muera

en tan pacífico sitio.

Respete el avaro tiempo,

confín tan apetecido:

nunca marchite su mano

las bellezas de este Elisio.

Manuel María del Mármol, dibujo publicado en 1845. 

El discípulo del doctor Mármol, Francisco Rodríguez Zapata y Álvarez, en su “Colección selecta de trozos en prosa y de composiciones poéticas en castellano, para uso de los cursantes de la Segunda Enseñanza y de las Escuelas” (1878, segunda edición, segunda parte), publicó también este poema, haciendo varios recortes en varias estrofas, principalmente, aquellas referidas al personaje de Tarfira, que reunidos en la colección de “la defensa de Sevilla”, pertenecen a otro poemario.

En este poema “Al nuevo porche de San Juan de Aznalfarache”, encontramos descripciones del arbolado de la zona y de los alrededores del Guadalquivir. Hay claras alusiones veladas al convento, como “verjas cierran y azoteas, este encantado recinto”, “seguro albergue” o “escondido asilo”. También parece una referencia notable al existente cementerio, existente al menos desde el año 1706, con la referencia “En vez de lanzas enhiestas, se alzan cipreses sombríos que, si al cielo dan sus puntas, á la tierra dan abrigo”.

Y ciertamente, por las descripciones, es muy probable que el porche (espacio enlosado), se trate de la terraza previa a la entrada del templo y del por entonces convento. De hecho, el escritor, periodista y político español, Víctor Balaguer afirma que había inscripciones, empotradas en los asientos del atrio del mismo convento, cerrado con verjas, en las que se lee que fue el sabio Del Mármol el que costeó todas aquellas obras.

El propio Balaguer habla así de este espacio, la terraza de la iglesia, que atrajo a tantísimos visitantes durante varios siglos:

Qué país tan bello no se admira desde su cumbre, cuando sentados sobre los miradores que este eclesiástico formara y cuyos estribos son las antiguas torres de las murallas que rodeaban la altura, se presenta a la vista una inmensa explanada de verdor y cielo, un gran río que la serpentea, una vasta campiña que la enriquece, tantos caseríos y edificios como la pueblan; y allá, en perdida lontananza, el panorama de la gran ciudad que alza su catedral y su Giralda, sus torres y sus iglesias.

Blas Infante, el reconocido iniciador y referente básico del andalucismo, en 1923, dijo desde la terraza de la iglesia: “Si todos los hombres pudieran contemplar el mundo desde esta soberbia atalaya, que nos ofrece la magnífica visión de Andalucía desnuda, tendida sobre alfombra de mágicos verdores, entre horizontes de fulgurante azul […] Esta incomparable maravilla, que podemos contemplar desde aquí” (si quiere leer el discurso completo, haga clic aquí).

También resulta destacable de esta obra el deseo de Manuel María de morir en este lugar, pidiéndoselo a Dios, nombrado como “Cielo”, para acabar “en tan pacífico sitio”.

Que se haya descubierto hasta el presente año 2025, este el primer texto en el que “San Juan de Aznalfarache” aparece con el nombre que denomina a esta urbe en la actualidad. Si bien oficialmente, sería así nombrada en 1890, esta oda publicada en 1834 y cuyo autor contaría con el beneplácito religioso local, es decir, de los frailes franciscanos terceros residentes en la localidad, y con el apoyo escolar, pues luego fue transmitida por su discípulo, el poeta, teólogo, sacerdote, filósofo y maestro de Bécquer, Francisco Rodríguez Zapata, en 1878, en el material de enseñanza del sistema educativo, las estrofas de “Al nuevo porche de San Juan de Aznalfarache”, constituyendo así el inicio de la aparición en la literatura del último y actual nombre de este pueblo.

Si quiere saber más sobre la biografía de Manuel María del Mármol, haga clic aquí.



Fotos de la plaza de la iglesia, aquel porche que han acabado tapando las copas de los árboles.

Bibliografía.

-BALAGUER, V. (1851, 3ª edición): “Los frailes y sus conventos: su historia, su descripción, sus tradiciones, sus costumbres, su importancia” (tomo II). Barcelona, Editores Hermanos Llorens (páginas 201-209).

-DEL MÁRMOL, M. M. (1816): “Intervalos de mi enfermedad, o Pequeña colección de poesías ligeras”. Sevilla, impreso por Aragón y Compañía.

-DEL MÁRMOL, M. M. (1834): “Romancero o pequeña colección de romances, tomados de las poesías, impresas e inéditas, del doctor D. Manuel María del Mármol, dedicada y presenta por él mismo a la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, el 17 de mayo de 1833” (Tomo I). Sevilla, Hidalgo y Compañía.

-DEL MÁRMOL, M. M. (1834): “Romancero o pequeña colección de romances, tomados de las poesías, impresas e inéditas, del doctor D. Manuel María del Mármol, dedicada y presenta por él mismo a la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, el 17 de mayo de 1833” (Tomo II). Sevilla, Hidalgo y Compañía.

-REY, J. (1990): “La Pasión de un ilustrado”. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla.

-RODRÍGUEZ-FERRER, M. (1845): “El doctor D. Manuel María del Mármol”, en “Semanario Pintoresco Español”, con fecha 21 de diciembre de 1845 (Año 10, Nº. 51), páginas 393 a 396. Madrid, Imprenta de D. Vicente de Lalama.

-RODRÍGUEZ ZAPATA Y ÁLVAREZ, F. (1878, 2ª edición): “Colección selecta de trozos en prosa y de composiciones poéticas en castellano, para uso de los cursantes de la Segunda Enseñanza y de las Escuelas” (segunda parte). Sevilla, impresión de Gironés y Orduña.

Robo de 50 pesetas en San Juan de Aznalfarache, julio de 1893

Imagen realizada con inteligencia artificial. “El Noticiero Sevillano, diario independiente de noticias, avisos y anuncios”, Sevilla. Sábado...